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Entrevista a Catherine Salosny

Mi intención en publicar entrevistas sobre los traumas y fantasmas que todos tenemos desde niños, no es otra que mostrar desde la experiencia los procesos de sanación y reinvención de las personas, y no desde la teoría, la cual a veces nos juega una mala pasada, ya que caemos en generalizaciones y procesos estándares de mejorías, sin considerar que finalmente todos somos distintos en cuanto a experiencias y estructura. Aquí incluyo una sobre Catherine Salosny, que apareció en la revista Ya de El Mercurio el día 18 de abril del 2006.

Katherine Salosny:
"Ya perdoné a mi historia y a mi pasado"

Está de vuelta. Después de recuperar la tranquilidad que se descalabró cuando se hicieron públicos los cargos contra su padre por abusos a una menor, y se conoció que ella y su hermana mayor también habían pasado por lo mismo, ahora Katherine Salosny es una de las protagonistas de "El Ansia", una obra teatral que aborda un tema que le significa un gran dolor: la pedofilia. "Es muy potente cuando pasan estas cosas, porque hubo momentos en que sentí mucha rabia, pero cuando ya asimilas todo y empiezas a sanarte, eso se transforma en compasión y sientes pena por alguien que fue capaz de hacer un daño tan grande y desperdiciar su vida", confiesa la actriz. A pesar de ello, señala: "La desesperanza estuvo presente muchas veces y tuve que sentirla en lo más profundo para poder sobrevivir".

A mediados de diciembre, Katherine Salosny respondió el teléfono. Al otro lado de la línea un periodista la llamaba para avisarle de una exclusiva noticia que aparecería al día siguiente. Quería preguntarle su opinión. "Con una frialdad que todavía me inquieta", recuerda la actriz y animadora, le anunció que publicarían una nota sobre los cargos de abuso contra una menor que enfrentaba su padre, y le comentó que sabían que ella y su hermana mayor también habían sido abusadas por él. "Te damos la oportunidad de explicar lo que pasó", fue una de las tantas frases que escuchó de parte de su interlocutor. "Yo no tengo nada que hablar ni explicar", fue la contrariada pero seca respuesta de Salosny que al día siguiente vio cómo su tranquilidad se trastocaba por completo.

"Fue una locura. Tuve que apagar el celular que no paraba de sonar, debí entrar escondida a la Radio Romántica, donde conducía un programa de conversación y aguantar que todos los programas de farándula hicieran carne del asunto y me exigieran aclarar lo que pasaba. Eso fue mucho más violento y difícil de resistir que el proceso de años para asumir mi historia y superar mi dolor, porque sentí que lo único que hacían era perpetuar el abuso".

En medio de la tormenta, Katherine guardó un estoico silencio. Rechazó todas las entrevistas que le ofrecieron con la excusa de "tu caso puede ayudar a otras personas que están pasando por lo mismo". Sólo envió una carta a los medios donde pidió respeto y enfatizó que se tratara el tema con delicadeza. "Todo se había transformado en algo morboso que no contribuía a nada. No se pensaba en las personas que estaban sufriendo, y todo se convertía en juicios públicos que sólo involucraban a los telespectadores en el mismo vicio malsano de preguntarse ¿cómo se lo hicieron?, ¿qué edad habrá tenido?, ¿por qué calló?... en vez de debatir el tema con seriedad, pensando en muchas familias que sufren este problema, que es más frecuente de lo que se piensa. Con este espectáculo, ¿qué les queda a las víctimas? Sólo un sentimiento horrible y callar para evitar un estigma que es feroz".

- ¿Tú sentiste ese estigma?

- En cierto sentido sí y fue atroz. Hubo momentos en que sentía que sólo pensaban en mí como la abusada. Supongo que con otros problemas igual de dolorosos, como cualquier tipo de adicción o alcoholismo, también sucede lo mismo. Ahora es el caso de Pilar Cox; los programas de farándula tratan con tanto morbo su situación que terminan catalogándola casi como una borracha, sin resaltar que está luchando contra su problema. Imagínate cómo será cuando salga, cómo van a perseguirla. Gran parte de la prensa busca los detalles oscuros más que la solidaridad.

Cuatro meses después del remezón y la amargura, Katherine está más tranquila. La serenidad de sus facciones finas marcadas por tímidos surcos en su mirada y verla con la misma sonrisa que la hizo famosa en los '80, cuando se transformó en la animadora juvenil más popular de Chile, prueban que recobró la calma. Que está pasando por una nueva etapa donde el equilibrio interno se entrecruza con un buen período profesional. Continúa con su trabajo radial en Romántica, con el programa "Nunca es tarde", y conduce en la señal internacional de TVN junto a Jaime Coloma, "ExpedienTV", que pronto podría pasar a la señal abierta.

Katherine también está consolidando su trabajo como actriz con el estreno de "El Ansia", una obra de la dramaturga británica Sara Kane, dirigida por Constanza Brieba. En el montaje, Salosny tiene uno de los cuatro roles protagónicos. Un papel complejo y sensible para ella, porque entre los temas que aborda el texto dramático está la pedofilia y el abuso sexual. "Esta obra es muy importante para mí en todos los sentidos, en lo profesional y personal. Asumo que requirió un esfuerzo potente. Aunque quiero que no se entienda como una terapia, porque para superar dolores más profundos uno necesita otras terapias y mucho más tiempo".

A los 42 años, Katherine Salosny tiene una trayectoria profesional que tiene más de dos décadas y una complicada historia personal que arrastra desde su infancia. Primero, con la separación de sus padres cuando todavía no cumplía los siete años, un quiebre que involucró uno de sus mayores dolores y que significó la partida de su madre a Argentina. Ahí llegó con su hermana mayor tiempo después, pero ese volver a empezar en Mendoza también trajo penas y una nueva separación matrimonial de su madre. Eso la obligó a regresar a Chile y a recomenzar otra vez siendo todavía una quinceañera.

En Santiago vivió durante unos años con su madre, pero luego de hacerse conocida a nivel nacional con la campaña publicitaria del Desafío Pepsi y entrar al mundo de la televisión, con sólo 18 años, para animar el Extra Jóvenes, se independizó de su familia. "Entrar a trabajar en la televisión me sirvió para iniciar mi propio camino, irme a vivir sola y costearlo. Sustentar mi vida y comenzar mi proceso de sanación, porque la televisión se convirtió en mi refugio. Pero, aclaro, que pese a mis deseos de independencia, nunca perdí el contacto con mi mamá y mi hermana mayor, de hecho yo digo que la única familia que yo tengo son ellas dos".

- Pero en algún momento tuviste una relación complicada con tu mamá.

- Lo que importa es que ahora tenemos una buena relación y cercanía. Creo que esa es otra tranca que superé con el tiempo, luego de que cerrara capítulos complicados y mis heridas.

- ¿Y con tu hermana mayor, María Soledad?

- Mi hermana es una persona increíble y muy hermosa. Ella también ha sufrido mucho, pero no quiero hablar de ella en esta entrevista.

- Sólo quería saber si ha enfrentado todo esto con tu misma fortaleza.

- Yo no sé si la palabra es fortaleza o valentía, ella es una persona muy especial. La veo como una mujer que pertenece a un especie extinta, porque es demasiado buena, sana y preciosa. Alguien a quien respeto y quiero mucho.

- ¿Se podría hablar de que ustedes son un clan de mujeres solas que ha pasado momentos difíciles?

- Es cierto. Somos mujeres que hemos pasado por cosas difíciles y creo que eso influye mucho. De partida, soy hija de padres separados, pasé por experiencias fuertes, y ahora en vida sólo están ellas como referentes familiares. Pero la vida fue así, me tocó así.

- Antes de que se hiciera público todo, insinuaste el dolor que sentías en una entrevista. ¿Querías dar alguna señal?

- A ver, yo desde hace mucho tiempo tenía este tema resuelto. Lo había procesado con mucho trabajo personal y la ayuda de una larga terapia que yo misma busqué y que significó harto sufrimiento. Por lo mismo yo sentí que podía insinuar algo de lo que estaba sintiendo y pasaba en mi vida, pero sin exponer toda mi intimidad. Pero luego, cuando la denuncia policial salió en los diarios y mi nombre apareció en forma tan brusca, con detalles que yo nunca habría querido que se supieran, fue distinto. Me sentí vulnerada; me molestó la morbosidad y la falta de respeto con que se abordó todo, pero para ser franca no significó ningún cuestionamiento con mi propio proceso de sanación que ya estaba resuelto.

- ¿Cómo se sabe que algo tan fuerte puede estar totalmente resuelto?

- Cuando te reconcilias con tu historia, cuando dejas de sentir que la vida te debe algo. Eso es algo que a mí me pasó hace rato... no te podría decir que hubo un momento clave en que todo estaba saldado. Simplemente fue un proceso que obviamente necesitó y todavía requiere de mucho apoyo, y más que nada de una gran voluntad personal. Siempre he tenido un impulso de vida importante. A lo mejor tengo mil razones para caer en la autodestrucción, mil motivos para decir la vida es una mierda o vivir preguntándome por qué me tocó pasar por esto, pero eso no es vivir una historia normal. Si me hubiese quedado con esa sensación, por supuesto habría buscado cualquier mecanismo para autodestruirme y quedarme en el camino, pero yo siempre tuve conciencia de que tenía que superar lo que pasó. Puede sonar lo más cliché del mundo, pero siempre supe que había una salida, un impulso de vida.

- ¿Cómo combatiste esos sentimientos autodestructivos?

- Todas mis ansiedades, miedos, carencias y dolores acumulados los superé de la forma más centrada posible. Desde hace casi 14 años recurro al sicoanálisis para reconstruirme desde lo más profundo. Es mi mejor tabla de salvación. Pero, en otros momentos, cuando sentía que el lado ansioso y complicado que tengo comenzaba a marcarme fuertemente, trataba de detenerlo a tiempo, ahí buscaba mantener el equilibrio con cosas simples como el deporte. En esos momentos nadaba, nadaba y nadaba mucho. Tomaba mi bicicleta o me refugiaba en el yoga; cualquier cosa que pudiera sacarme de ese malestar.

- Pero eso sólo amortiguaba la ansiedad, ¿qué pasaba con el dolor?

- El dolor es más complejo, pero también he aprendido a hacerme cargo de él. He logrado vivenciarlo como algo que forma parte de la vida. Cuando puedes hacer eso, terminas dándote cuenta de que por terrible que pueda parecer todo siempre hay una salida y sólo así puedes entender, enfrentar y meditar esos aspectos que en su momento sentiste como insoportables y que creíste eran la muerte misma. Que después de eso no había sentido para seguir viviendo.

- ¿Tanta fue tu desesperanza?

- Por supuesto. La desesperanza estuvo presente muchas veces y tuve que sentirla en lo más profundo para poder sobrevivir. Lo que pasa es que en mi caso yo tuve que crearme mecanismos de defensa, porque lo que sucedió fue duro. Ésa es una conciencia que yo tengo desde muy chica, de esa época, cuando asumí que no tenía que quedarme atrapada y buscarle sentido a lo que venía por delante, hasta que finalmente yo y la vida, en conjunto, decidimos que había que superarlo y dejarlo atrás.

- ¿Entonces tus recuerdos de infancia no son un territorio vedado?

- La infancia está puesta en un lugar especial, un lugar interno que ahora no significa dolor. No me gusta contar detalles, porque no los considero necesarios. Es cierto que tuve que volver a repasarlos para hacerme cargo de mis dolores, de esos sentimientos que cuando eres chica simplemente bloqueas como autodefensa. Cuando llega el momento, el telón igual termina cayendo y aparecen las verdades, luego de un proceso trabajado y difícil, pero que me dio todas las herramientas para no quedarme atrapada, maldiciendo lo que me tocó vivir.

- ¿En todo este proceso de sanación te has sentido muy sola?

- Como ya dije, yo desde joven decidí sobrevivir sola, armarme mi camino. Quise sanar mis penas sola y durante mucho tiempo tomé esta búsqueda como algo inconsciente y necesario. Pero aunque parezca extraño, reconozco que nunca enfrenté realmente el peso de estar sola porque simplemente evitaba asumirlo, lo bloqueaba, no lo consideraba necesario. Mi bandera de lucha siempre era convencerme de que eso estaba bien, de que así me la podía para enfrentar todo... Pero en el momento en que te encuentras con la soledad en toda su dimensión, la cosa es distinta. Todo cambia. Cuando pasa eso y te haces cargo de lo que implica, lo único que quieres es compartir tu vida con alguien. No por hacerle el quite o buscar una solución fácil, sino porque uno entiende que la vida es generosa y refrescante en compañía.

- Es curioso, porque hay un momento en la obra que estás montando en que tu personaje dice: Nunca he conocido un hombre en el que pueda confiar... ¿Qué tanto de tu historia de soledad involucra esa frase?

- Es que he sido y soy muy desconfiada en la vida en muchas cosas, pero hay un tema con el compromiso que obviamente me ha marcado. Y ahora que he logrado rescatarme y sanarme, abriéndome a otros estados de conciencia y descomplejizando mis emociones, lo tengo más claro. Pero eso de que nunca he conocido un hombre en que pudiera confiar no es tan cierto. Lo que pasa es que yo he sido la que se ha negado a hacerlo.

- ¿No has pensado en cambiar de opción?

- Es que tiene que ver con mi estructura de personalidad. Soy una persona autosuficiente, pero eso no significa que esté alejada de los afectos. Yo necesito de afecto, de apoyo y de los otros, aunque me cueste entregarme y confiar. Entiendo que no es una tarea fácil y trato en lo posible de abrirme, de no dejar que me domine la desconfianza porque si no corro el riesgo de irme quedando sola. Pero eso ha sido todo un descubrimiento sorprendente y tengo toda la voluntad de seguir ampliándolo. Yo sé que la vida puede empezar y terminar infinitas veces, y que siempre puedes crecer como ser humano si tienes la voluntad de hacerlo.

- Y esa voluntad de crecer ¿implica la vida en pareja?

- A ver, formalmente yo no tengo una relación de pareja. Pero, igual dejo claro, que nadie nunca está completamente desamparado. Es lo único que puedo decir.

- ¿Pero el matrimonio está entre tus planes?

- Yo no me complico con eso ni con ser madre. No niego que son temas que importan, pero no me determinan. Mi idea es dejar que la vida me sorprenda, es mucho más sano para mí en este minuto de la vida, más que fijarme metas. O repetirme como tortura frases como quiero casarme, porque eso es lo que a mi edad tengo hacer; tengo que tener una pareja, porque mis amigas la tienen o necesito ser madre porque biológicamente se me acaba el tiempo. Yo no creo que el fin último de una mujer sea el matrimonio y la maternidad, existen otras cosas. Pero siempre hay personas que me viven invitando a lugares o armándome citas para presentarme gente, pero a mí no me gustan esas cosas. Te repito, prefiero que la vida me sorprenda. Yo tengo mi propio tiempo y mis procesos de descubrir lo que necesito.

- ¿Sientes que has perdonado?

- Yo creo que perdoné a mi historia y a mi pasado.

- ¿Y a tu padre?

- Ese es un límite súper delicado. Más que perdonar, yo me compadezco de él. Me da mucha pena. Porque cuando logras desprenderte de tu historia y de quienes te han hecho daño, ya no estás atrapada. Te puedes sentir como un ser libre con todo el derecho a vivir la vida.

- ¿Se han enfrentado?

- No. Desde hace 20 años que no tengo contacto con él... Es lo único que te puedo decir. Pero te repito que tengo mucha pena y compasión por él. Es muy potente cuando pasan estas cosas, porque hubo momentos en que sentí mucha rabia, pero cuando ya asimilas todo y empiezas a sanarte, eso se transforma en compasión y sientes pena por alguien que fue capaz de hacer un daño tan grande y desperdiciar su vida de esa manera. Yo ahora tengo mucha cercanía y me identifico tanto con gente que sufrió durante la dictadura, y admiro cómo se despegaron de la rabia y luchan por superar el dolor... Sabes, yo he llorado harto y por supuesto que las lágrimas han limpiado mi dolor, pero sé que ha sido necesario porque cuando te sacas la costra de la rabia, logras sanarte. Pero también me he reído harto, no porque en tu pasado sucedió algo atroz no vas tener derecho a volver a sonreírle a la vida.

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