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Salud, Apoyo afectivo para bajar de peso

Posteo un artículo sobre el apoyo efectivo para bajar de peso, publicado el domingo 23 de abril de 2006 en el diario La Tercera. Una vez más, queda claro que la transformación personal, cualquiera ella sea, debe considerar al ser humano de manera integral, como digo yo, bajo el modelo CELE.

Salud
Para bajar de peso es clave el apoyo afectivo

Muchas personas pasan la vida entera haciendo dieta sin lograr reducir sus kilos. Y es porque no atacan las razones de fondo que las han llevado a comer en exceso: soledad y desamor.


A los 20 años, Valeria fue candidata a un concurso de belleza. Alta y espigada, nunca penso que 10 años después tendría un sobrepeso de más de 30 kilos. "Fue producto de una crisis emocional, cuando me cansé de tantas exigencias, de tener que estar siempre regia y ser exitosa en todo. Empecé a soltar cosas, a rebelarme... Y a subir de peso".

En los últimos 10 años, Valeria acudió al médico varias veces para hacer dietas que no dieron resultado. Y así llegó a pesar 112 kilos. Por primera vez, en el último año ha logrado bajar 15 kilos. La diferencia con las anteriores dietas es que ahora no lo está intentando sola, sino con una amiga. Fueron juntas al médico, van juntas al supermercado, intercambian recetas de ensaladas y cada vez que una tiene una tentación, en vez de comer, llama por teléfono a la otra.

Otro caso es el de Marisa (ver testimonio). Tiene 33 años, pesa 104 kilos, repartidos en algo más de 1,60 mt, y hace dieta desde los 11 años. Por primera vez ha pedido ayuda profesional para adelgazar y, desde que acude a un médico y a una psicóloga, tiene otra mirada de su problema.

En estos casos, el atreverse a pedir apoyo y contención emocional está haciendo la diferencia en la lucha contra los kilos.

La obesidad es una enfermedad crónica multifactorial, que debe ser tratada en forma interdisciplinaria, según lo estableció la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1996.

Reciente estudio

"Cada vez más los programas de obesidad están incluyendo el factor psicológico. El éxito de un tratamiento radica en que la persona esté motivada al cambio y esté dispuesta a dejar la protección que le dan los kilos", explica Mariely Said, psicóloga especialista en psicoterapia.

Diversos estudios han mostrado que los tratamientos integrales son los más efectivos para bajar de peso. Uno de los más recientes es el del norteamericano Thomas Wadden, quien siguió a cuatro grupos de pacientes durante un año.

Los que recibieron un tratamiento multidisciplinario -psicoterapia, atención médica del nutriólogo, fármacos, dieta y ejercicios- fueron los que más bajaron: 12 kilos en promedio. Los que adelgazaron menos fueron los que recibieron sólo medicamentos (6 kilos) y los que tuvieron sólo psicoterapia (7 kilos).

Si bien esta es una enfermedad multifactorial, el componente emocional es clave, dicen los especialistas. Y estará presente en su origen o se manifestará después cuando la persona vea afectada su autoestima a causa del sobrepeso.

Se derriba un mito

Todo parte con la fuerte asociación entre afecto y nutrición que se da en el pecho materno. "No se puede separar la comida del amor, porque vienen juntos desde el nacimiento", dice Mariely Said. Para ejemplificar, la psicóloga recuerda a Lady Diana en una última entrevista, explicando qué sentía al comer compulsivamente en sus ataques de bulimia: "Era como si grandes brazos me abrazaran".

Muchas personas se refugian en la comida, desde que son niños o adolescentes, frente a padres exigentes o ante la falta de cariño y de contención emocional. El mito del gordo feliz y gozador está en el suelo desde que se empezó a indagar científicamente en esta patología.

Un reciente estudio de la Universidad de Tufts (Boston) mostró que las mujeres que sufrían cuadros depresivos y ansiosos desde su adolescencia tenían un mayor índice de masa corporal que el promedio. Ejemplo: si una mujer tuvo un diagnóstico de depresión a los 14 años, a los 30 pesaba entre 5 y 8 kilos más que una mujer que no se deprimió cuando adolescente.

"Una persona obesa no come por hambre. Suele hacerlo en respuesta a la soledad, a la tristeza, al abandono, a la incapacidad de enfrentar alguna situación. Por eso, no basta con empezar una buena dieta. Primero hay que conocerse a uno mismo y saber qué razones te están llevando a comer", dice Mariely Said.

María Eugenia Andrés, quien hace dieta junto a su amiga Valeria, tiene muy claro por qué en dos años subió 45 kilos: "Fue un momento difícil de mi vida, cuando estaba decidiendo mi separación (matrimonial). Empecé a comer en forma desproporcionada, porque no encontraba otra forma de compensarme". Mantuvo esos 45 kilos de más durante 10 años. Hasta que se sintió fuerte para cambiar. Lo hizo un 23 de diciembre y pasó las fiestas de fin de año sin probar el alcohol ni el azúcar.

Así se ha mantenido hasta ahora. Con su amiga Valeria han desarrollado varias estrategias: "Vamos juntas a las fiestas y llegamos más tarde, cuando ya se ha acabado la comida". O se preparan bocadillos de quesillo o jamón de pavo y los comen antes de ir a una reunión social para no tentarse con lo que no pueden probar. Pero también tienen sus caídas. "Entonces nos llamamos por teléfono y nos confesamos nuestros pecados", cuenta riendo María Eugenia.

"Es muy distinto poder contárselo a una persona que tú sabes que te va a entender a hacerlo con alguien flaco que te va a retar mientras se come un enorme plato frente a tus narices", agrega Valeria.

El apoyo entre iguales ha sido clave en los programas de obesidad, sobre todo para la mantención en el tiempo de los resultados, cuenta la médico nutrióloga Mónica Manrique, del centro Nutramed. Estudios anteriores mostraban que en los tratamientos individuales y no integrales, al cabo de un año después de bajar de peso, el 90% de los pacientes lo había recuperado.

Hoy, cuenta la doctora Manrique, la mayoría de los pacientes de su centro logra mantener los resultados obtenidos en un tratamiento integral, gracias a un seguimiento que contempla no sólo controles médicos mensuales, sino también talleres grupales.

"En los grupos se comparten las experiencias y las dudas. Después de la charla de un experto, las personas hacen preguntas: '¿Qué hago en los desayunos del domingo, cuando toda mi familia come huevos revueltos?' Y todos los asistentes le dan ideas para enfrentar ese momento", cuenta la doctora Mónica Manrique.

Sobrepeso funcional

"No se puede iniciar un programa de sobrepeso sin antes determinar qué función está cumpliendo la comida o los kilos de más para una persona, dice la psicóloga Mariely Said. "A veces, la obesidad se convierte en una capa protectora que le sirve a alguien para intimidar al resto o mostrarse mucho más fuerte de lo que en realidad es".

A veces, la persona come en forma desmedida para rebelarse frente a padres que le exigen ser delgada, mecanismo que más tarde puede repetirse con la pareja. En esos casos, el obeso está pidiendo ser querido sin condiciones.

Testimonio: MARISA (33 AÑOS, 104 KGS)

"Desde que tenía 11 años que hago dieta. Yo no me sentía gorda. Pero mi mamá me veía así. Y me quitó el pan, las pasta y el arroz. Bajé como 5 kilos. Todos me decían que me veía mejor, pero yo me sentía igual. Cuando acabó el régimen, empecé a ser más consciente de que tenía hambre y a comer mucho más. Y entonces sí que subí de peso.

Yo pensaba que comía por hambre, pero ahora creo que en ese tiempo estaba muy deprimida y que no se me permitía externalizarlo. Como mi mamá trabajaba todo el día, yo tenía que hacer la comida para mis hermanos y, además, ir al colegio y sacar buenas notas. No podía estar triste ni mostrarme débil.

Creo que la comida me calmaba, era como una anestesia. Yo comía cuando mi mamá no estaba y, como no estaba nunca, con mis hermanos vaciábamos el refrigerador en dos días.

Mi mamá siempre decía que lo que más odiaba en la vida era a la gente gorda y el hecho de que su hija, a la que tanto quería, fuera así, era más de lo que ella podía soportar.

Ya de adulta, hice dieta muchas veces, con mis amigas. Bajaba mucho, pero así también volvía a subir.

Ahora, por primera vez, estoy siguiendo un tratamiento con psicólogo, médico y nutricionista. La diferencia ahora es que cuando me dan ataques de ganas de comer, trato de pensar por qué quiero hacerlo. Y me doy cuenta: estoy triste, tuve un día malo. A veces, el solo pensar en eso me quita la ansiedad por comer. A veces no y, entonces, como igual. Pero al menos entiendo por qué lo hice y me reprocho menos.

Hay factores que lo hacen menos difícil: que te sientas comprendida y apoyada. A veces sólo necesitas que te abracen. Y si no hay nadie que lo haga, vas y te comes el chocolate.

Sí, tengo pareja. Pero a veces él no está. Y también, a veces, me exige que baje de peso. Siempre me ha pasado eso con las parejas: al principio te dicen que les gustas tal como eres, que te ven perfecta. Pero con el tiempo ya no les basta y te quieren ver flaca. Y yo les decía: si me quieres, es aceptándome como soy. Me daba miedo adelgazar y que después no les bastara y que me encontraran otro defecto.

Me acerqué a este tratamiento por las ganas de darle un cambio a mi vida, de empezar a disfrutar el presente. Creo que es más difícil que dejar el alcohol porque no puedes dejar de comer del todo. Tu 'droga' la tienes que seguir oliendo, tocando y consumiendo".

"Mi mamá siempre decía que lo que más odiaba en la vida era a la gente gorda y el hecho de que su hija, a la que tanto quería, fuera así, era más de lo que ella podía soportar".

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