Columna aparecida el martes 30 de mayo de 2006 en la revista Ya de El Mercurio.
Salud mental
Tolerancia máxima
Por el Siquiatra Juan Pablo Díaz
Cada cual tiene su propia manera de pararse en la vida y de defender su metro cuadrado de la mejor forma posible. Los seres humanos quedamos atrapados muy temprano, en la propia identidad y cultivamos celosamente nuestra autoestima, protegiéndola como el bien más preciado, desde donde nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás. La mayoría de los conflictos que enfrentamos en nuestras relaciones afectivas, especialmente en las de pareja, tienen que ver con la forma, cómo cada uno percibe y resuelve las situaciones cotidianas, con la certeza de estar en lo correcto y en su legítimo derecho para hacerlo. Visto desde esa perspectiva, es posible que cada uno sea poseedor de una parte de la verdad.
Los puntos de vista de la pareja no siempre son coincidentes, lo que no significa una imposibilidad para lograr acuerdos, sino todo lo contrario. Con el transcurso del tiempo se va aprendiendo y aumentan significativamente las coincidencias...
En la búsqueda de acuerdos con la pareja se deberá aprender a discutir frecuentemente, algo que en muchas ocasiones suele ser muy doloroso, sobre todo cuando ninguno de los dos está dispuesto a transar sus puntos de vista, sino más bien a defenderlos a toda costa. En ese momento, la discusión se entrampa y el conflicto se hace evidente.
Aparecido el conflicto, cada uno insistirá en reafirmar su postura, sin siquiera considerar la del otro. No estoy para nada de acuerdo contigo, tú no me entiendes, déjame explicarte, estás equivocado, yo tengo la razón, no sabes nada, no entiendo tus argumentos, mejor lleguemos hasta aquí, no nos estamos entendiendo. Este ejemplo, que cualquiera que haya tenido que defender su parecer, lo reconoce, no es reflejo de la comunicación, sino del afán de ambos por proteger su propio territorio y de paso descalificar al otro. Una buena comunicación no significa necesariamente estar de acuerdo, ni mucho menos, ya que muchas veces no es posible lograrlo. Toda relación de pareja debe incluir necesariamente la posibilidad de soportar los desacuerdos.
Una sólida comunicación de pareja consiste en la capacidad de aceptarse mutuamente, a sabiendas que tanto uno como el otro posee una manera propia, distinta y única de apreciar la realidad y enfrentar sus problemas, además del coraje suficiente para manifestar sus necesidades oportunamente con honestidad y firmeza, exigiéndole al otro expresar sus puntos de vista con la misma fuerza.
¿Por qué no podrá ser más como yo?, escucho a muchas personas quejarse de su pareja. Una condición fundamental, y tal vez, la de mayor dificultad para ser pareja, es la de saber colocarse en el lugar del otro y hacer todo lo posible por entender su posición, muchas veces discordante de la propia, aceptando su derecho irrenunciable a pensar y sentir distinto a uno.
No estoy de acuerdo con aquellas personas que confunden la presencia de desacuerdos con desamor o, lo que es peor, con la incapacidad para vivir en pareja. Creo que el verdadero amor de una pareja radica no tanto en las coincidencias, como en la sensibilidad de ambos para aceptarse uno al otro en su real dimensión y quererse de la misma manera, aunque sus puntos de vista no sean coincidentes.
Al decidir formar una pareja, sería recomendable preguntarse oportunamente si uno posee o está dispuesto a cultivar la tolerancia suficiente para ello.
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