Incluyo un reportaje aparecido en la revista Paula en abril del 2006, sobre el Ravotril.
Ravotril in the City
Es lunes, son las ocho de la mañana y Apoquindo es una larga fila de autos. Sara (24) está inmóvil en la puerta de su casa, casi al borde de la avenida. Tiene las llaves del auto en la mano y la mochila al hombro.
-¡Mierda!- exclama. Está transpirando.
Sara le tiene miedo a los tacos. Un miedo irracional e incontrolable que siente también en los lugares cerrados o en los que hay mucha gente, como los centros comerciales o los teatros. Ha tenido que privarse de muchas cosas por ese miedo: dejó de ir a fiestas con sus amigos porque no se sentía capaz de entrar a una discotheque y muchas veces faltó a sus clases de orfebrería por no enfrentarse al tráfico. Estuvo a punto de perder el curso por inasistencia, pero la salvaron las buenas notas.
Hoy nada podrá salvarla: es su primer día de trabajo en una joyería y no puede faltar. Sara cierra los ojos. Reza y respira 'hondo. Sabe que si no controla esas emociones se va a desencadenar una crisis de pánico, las que sufre desde los doce años. Mete la mano en el bolsillo del pantalón y saca una caja con una estrella verde. Es una caja de Ravotril. Saca un comprimido y se lo traga. Sin agua. Cuarenta y cinco minutos después sus terrores se desvanecen. Se siente tranquila y llena de determinación.
El Ravotril (clonazepam) es un medicamento que, en los últimos diez años, se ha vuelto muy popular en Chile para combatir la angustia y la ansiedad patológicas. Como el Valium, que tuvo su tiempo de gloria en en los ochenta, el Ravotril es hoy la benzodiazepina más prescrita por los médicos. Se venden 750 mil unidades al año en las farmacias.
El medicamento fue lanzado al mercado en 1973 como un anticonvulsionante que controlaba la epilepsia. Hoy, los médicos lo utilizan para tratar los trastornos de ansiedad, como crisis de pánico, fobias, trastornos obsesivos y estrés postraumático. "Su prestigio está dado por una eficacia probada. Al ser un medicamento antiguo, los médicos nos hemos familiarizado con él. Y se han acumulado estudios y experiencias que confirman que es un tratamiento eficaz y seguro", señala el neurólogo Arnold Hoppe, jefe de Neurología de la Clínica Alemana.
La promesa del Ravotril no es dejar de sentir, sino amortiguar el impacto que las emociones tienen sobre los pacientes que son víctimas de una ansiedad severa. Devuelve a tamaño normal la ansiedad, el miedo o la angustia que antes eran desproporcionados. Tal es el alivio que puede causar este efecto que los consumidores de Ravotril suelen ser personas agradecidas e, incluso, devotas del remedio.
"Andar angustiado hace sufrir a tal punto que hay cosas simples y cotidianas que esas personas no pueden hacer. Estar permanentemente ansioso o atormentado limita mucho la vida. En la medida en que controla esos síntomas, el Ravotril ha hecho una enorme contribución a la salud. Como todos los medicamentos, requiere tomar precauciones y ser controlado. Pero ha ayudado a muchos pacientes que si no se trataran vivirían un infierno", señala el siquiatra Rafael Torres, de la Universidad Católica.
Además de ser ansiolítico, el Ravotril es hipnótico y tranquilizante, por lo que genera muchísimo sueño, y su uso prolongado puede afectar la memoria. Su indicación debe ser bajo control periódico del médico.
Aunque se vende con receta retenida y sólo se puede comprar un máximo de tres cajas de 28 comprimidos por vez, existe un uso informal y sin prescripción del medicamento: pacientes que lo consumen lo ofrecen a sus amigos o conocidos cuando están en crisis.
Teresa (36) vivió uno de los peores días de su vida el año pasado cuando su padre murió de cáncer. Quedó destruida. "No fue sólo el dolor de su muerte, sino la angustia de los seis meses en que mi papá estuvo entrando y saliendo de la clínica. Yo estaba literalmente arrasada y no lo oculté. Lloré delante de todo el mundo", cuenta.
Sus amigos fueron en masa a acompañarla el mismo día de la muerte y la apoyaron de muchas maneras. "Lo único que me provoca cierta gracia de ese día es que el 70% de la gente que me fue a ver a mí o a mi familia me ofreció un Ravotril o algo parecido para que me sintiera mejor. Me abrazaban y me decían: ‘Tere, es demasiado doloroso, tómate esto’, ‘Tere, tienes que dormir bien, tómate uno’, ‘Tere, por favor, hazme caso, nadie se puede bancar una pena así’", recuerda. Teresa dice que la gente no podía creer que ella dijera que no. "A nadie le cabía en la cabeza que yo no quisiera evitarme el sufrimiento. Y me impresionó lo extendido que está el uso de estos remedios. No me decían 'Yo conozco un siquiatra' o 'Me puedo conseguir la receta', no, andaban con las pastillas en la cartera, en la billetera, en el abrigo".
"Tomarlo de esa manera es simplificar mucho las cosas", señala la siquiatra Soledad Díaz. "Es probable que si esa persona lo toma, se sienta mejor, pero ahí no hay un diagnóstico que determine si realmente lo necesita. Hay que tener cuidado con estas benzodiazepinas porque son poderosas y pueden causar dependencia", dice
Sobredosis de realidad
Seis años atrás, Ana (38) conoció la angustia en serio. Había sido madre por segunda vez. Su hija nació con una malformación congénita: los uréteres no se cerraban, lo que le producía reflujo renal y permanentes infecciones urinarias. La niña estuvo varias veces hospitalizada. Ana pasó los primeros siete meses después del parto durmiendo muy poco y masticando el dolor que le causaba tener a su hija enferma. Hasta que colapso. Cada vez que la niña tenía fiebre, Ana vomitaba. Ya no podía más. Fue al siquiatra, inició una terapia y tomó Ravotril durante seis meses.
"Me hizo bien porque me relajaba. Me permitía evadir esta sobredosis de realidad. Me hacía mirar desde arriba mi vida, ir paso a paso, sin caer en pánico cuando mi hija tenía fiebre. En la terapia, además, trabajé aspectos personales, como ser exigente y perfeccionista, porque lo que estaba viviendo se salía del menú de posibilidades que yo creía me podían pasar. Me daba lata tener tan mala pata. Creo que eso es lo que piensan todas las mamas que tienen un hijo enfermo. Me costaba asumir lo que me había tocado", dice.
Según el siquiatra Rafael Torres, hay personalidades que están más predispuestas a sufrir trastornos de ansiedad: "Las que son muy exigentes consigo mismas y con los otros, las que tienen cierta rigidez en la forma de hacer las cosas, las que son muy controladoras, y las que tienen dificultades para leer sus emociones".
Los especialistas coinciden en que estilos de vida como el nuestro causan ansiedad. "La exigencia, la competitividad, la falta de tiempo y de redes de apoyo —que no son más que las condiciones normales de la vida moderna— están poniendo en riesgo la salud mental", anota la siquiatra Soledad Díaz. Y agrega: "Lo único que produce calma es la autocontención, pero esta sociedad, llena de contradicciones, donde se quiere el máximo rendimiento con el mínimo esfuerzo, no la favorece". A partir de su experiencia, Soledad piensa que muchos consumidores de Ravotril lo usan como una manera de aferrarse a algo que calma. "Como un peluche, como un osito de trapo, como esas cosas blanditas y calentitas que calman a los niños", explica.
El escritor Rafael Gumucio encuentra que Chile es angustiante. Y él tiene mucha experiencia en angustias: va al siquiatra desde hace más de treinta años, la primera vez tenía sólo 3. Ha tomado muchos tranquilizantes, algunos con efectos muy perturbadores: se le ponía la lengua traposa, se le dormían los pies, le provocaban sueños muy raros. Desde hace siete años toma Ravotril, al que considera un gran remedio porque le quita la angustia y no lo atonta. "Casi todo el mundo usa o usará Ravotril, porque en sociedades como ésta es difícil escapar. Cuando estoy en Estados Unidos no lo tomo, no lo necesito. Allá nadie me llama por teléfono, camino más, tengo la cabeza y el cuerpo descansados. Pero acá, la fama, el ruido, los amigos, los tacos, el pelambre, me dan angustia. El tipo de vida que tenemos te obliga a drogarte de alguna manera. No es voluntario, es obligatorio", dice.
Gumucio considera que el Ravotril le da sabiduría, porque aleja los problemas y los pone en perspectiva. Sin él, la angustia y los miedos que suelen acosarlo en la noche parecen unos gigantes que se le vienen encima. Por eso toma el medicamento antes de acostarse: lo ayuda a dormir.
"Soy paranoide total. Le tengo miedo a todo. Vivir me da miedo. La muerte me asusta. Para mí las noches son terribles, porque soy insomne. Cuando me acuesto me llega un manantial de pensamientos, pienso mucha huevada: las cosas que me faltan, las que no he hecho, en las que he fallado. Entonces, la única forma de calmarme y dormir algunas horas, es tomándome un Ravotril".
El Ravoril me cuidaba
Karina Torres (30) es periodista y no puede olvidar el miedo que sintió en un viaje en bus de Concepción a Santiago. De repente, se le durmieron las piernas y empezó a ahogarse. Con dificultad, caminó por el pasillo y le pidió al chofer que parara en el próximo retén de Carabineros. Poco después se desmayó con la angustiante convicción de que se estaba muriendo. Karina había tenido un ataque de pánico.
Lo que siguió fue un recorrido por su biografía y su mente para tratar de entender por qué había hecho crisis. Empezó una terapia con un siquiatra al que le rogó que le diera algo que la protegiera del miedo: Ravotril de 0,5 mg en gotas, porque su miedo a ahogarse la estaba obligando a comer papillas. Era incapaz de tragar algo sólido.
"Como vivo sola, me daba mucho miedo tener una crisis y que nadie me ayudara. Por eso, durante mucho tiempo sentí que el Ravotril me cuidaba. Si lo tenía cerca sabía que nada malo me iba a pasar", dice.
Karina descubrió en su terapia que las crisis se debían a que no sabía pedir ayuda y cargaba con los problemas de los demás. Trabajó esos aspectos hasta que se sintió segura. "Un día pensé: soy inteligente, cuerda, normal. Me empezó a dar lata depender de un remedio y me propuse salir de mi casa sin el Ravotril. Fue una decisión trascendental".
Karina dejó el Ravotril supervisada por el médico y no ha vuelto a tener crisis de pánico. Sin embargo, sigue durmiendo con una caja del remedio en el velador. Por si se presenta una emergencia.
María Eugenia (53), en cambio, asumió que el Ravotril es parte de su vida. Toma un comprimido diario de 0,5 mg. desde hace 14 años, cuando sufrió un ataque de pánico.
"Para mí es un hábito, como lavarme los dientes. Ando bien con él, para qué dejarlo. Además, es tan poderosa la impresión del miedo que queda después de una crisis de pánico que prefiero mil veces seguir tomando Ravotril a exponerme a volver a sentirla", dice.
El siquiatra Rafael Torres asegura que a los pacientes con crisis de pánico cuesta mucho darlos de alta, porque siempre quedan asustados de que se les repita ese miedo irracional. "Cuando sabemos que ese paciente no se ha mejorado y que la posibilidad de que recaiga es alta, hay que evaluar qué es mejor: mantener una dosis baja de medicamento o exponerlo a que recaiga. Por eso, algunos pacientes con pánico están en tratamiento mucho tiempo", anota.
Vivir sin él
Desde hace diez años, sagradamente. Octavio (34) toma su cápsula de Ravotril de 2 mg. cada mañana. Lo consume por prescripción médica, ya que tiene un trastorno obsesivo: hay veces en que no puede manejar sus pensamientos, en su cabeza se meten ideas intrusas, se obsesiona y la voluntad no le sirve para retomar el control mental. Por eso, lo primero que hace cuando se despierta es tomarse un Ravotril. Y cada vez despierta más temprano y más incómodo, porque el efecto del remedio —que tiene una vida media de 20 horas— se acorta.
"La ansiedad es como una pulsión anal, como esa sensación de que tienes que ir corriendo al baño. Es molesta. Muy desagradable. El Ravotril me pone en el tono de los demás. Baja la frecuencia de mi cabeza. Quizás podría dejarlo, pero la vida sería mucho más dura. Y ya es suficientemente dura para que lo deje por puritanismo moral", dice.
El Ravotril causa dependencia. Por eso no es fácil dejarlo. Librarse de él sólo es posible bajo supervisión médica, bajando la dosis lentamente en un periodo prolongado. Si se deja de golpe, puede causar un efecto rebote: todos los síntomas que lograba controlar se presentan de repente: el insomnio, la angustia, el miedo. Su suspensión repentina puede incluso causar convulsiones.
En marzo del año pasado muchos consumidores de Ravotril vivieron días de pánico. Por un problema de envíos desde la casa matriz, el medicamento se agotó en las farmacias durante tres semanas. Roche, el laboratorio que lo distribuye, recibió numerosos llamados y mails de pacientes desesperados preguntando dónde conseguirlo. El laboratorio tuvo que poner un inserto en los diarios dirigido a los médicos señalando que el medicamento estaba disponible en gotas, al que podían recurrir mientras llegaban los comprimidos. La solidaridad entre amigos y conocidos que lo consumen, que suelen auxiliarse en casos de emergencia, jugó un papel crucial para paliar la angustia del momento.
Octavio ha estado algunos días sin tomarlo y recuerda que lo pasó pésimo. "Me sentí como loco. Tuve los síntomas de privación de un adicto. Se me disparó la libido. Andaba trepándome por las murallas porque me quería meter con todas las minas que veía. Fue horrible. El Ravotril es como una camisa de fuerza que mantiene a raya mi cabeza".
Luisa (33) es productora de modas y convive con el Ravotril desde hace diez años. Lo toma junto con un antidepresivo. Siempre está pendiente de tener un stock suficiente. Si está por acabarse, toma la precaución de ir al siquiatra y pedir una nueva receta. Nunca le falta, pero en caso de urgencia tiene una red de ayuda a la que recurrir.
"No me siento capaz de sobrellevar ningún dolor sin él. El Ravotril me permite vivir con anestesia: evita que las cosas me duelan tanto. Es como tener una mamá que me da golpecitos en la espalda cuando me siento angustiada de vivir. Por eso, cuando estoy sobrepasada, me tomo uno y es como ir al cielo. Es como si alguien me dijera al oído: 'confía, todo va a estar bien, no duele tanto'. Me ha ayudado a cortar relaciones, a cambiarme de carrera, a irme a vivir sola", dice.
Luisa tiene planes de casarse y está pensando tener un hijo. Pero en caso de embarazarse, tiene que dejar el Ravotril. "Estoy frente a ese dilema; un hijo o el Ravotril. Y por ahora no lo pienso dos veces: elijo el Ravotril".
Ravotril in the City
Es lunes, son las ocho de la mañana y Apoquindo es una larga fila de autos. Sara (24) está inmóvil en la puerta de su casa, casi al borde de la avenida. Tiene las llaves del auto en la mano y la mochila al hombro.
-¡Mierda!- exclama. Está transpirando.
Sara le tiene miedo a los tacos. Un miedo irracional e incontrolable que siente también en los lugares cerrados o en los que hay mucha gente, como los centros comerciales o los teatros. Ha tenido que privarse de muchas cosas por ese miedo: dejó de ir a fiestas con sus amigos porque no se sentía capaz de entrar a una discotheque y muchas veces faltó a sus clases de orfebrería por no enfrentarse al tráfico. Estuvo a punto de perder el curso por inasistencia, pero la salvaron las buenas notas.
Hoy nada podrá salvarla: es su primer día de trabajo en una joyería y no puede faltar. Sara cierra los ojos. Reza y respira 'hondo. Sabe que si no controla esas emociones se va a desencadenar una crisis de pánico, las que sufre desde los doce años. Mete la mano en el bolsillo del pantalón y saca una caja con una estrella verde. Es una caja de Ravotril. Saca un comprimido y se lo traga. Sin agua. Cuarenta y cinco minutos después sus terrores se desvanecen. Se siente tranquila y llena de determinación.
El Ravotril (clonazepam) es un medicamento que, en los últimos diez años, se ha vuelto muy popular en Chile para combatir la angustia y la ansiedad patológicas. Como el Valium, que tuvo su tiempo de gloria en en los ochenta, el Ravotril es hoy la benzodiazepina más prescrita por los médicos. Se venden 750 mil unidades al año en las farmacias.
El medicamento fue lanzado al mercado en 1973 como un anticonvulsionante que controlaba la epilepsia. Hoy, los médicos lo utilizan para tratar los trastornos de ansiedad, como crisis de pánico, fobias, trastornos obsesivos y estrés postraumático. "Su prestigio está dado por una eficacia probada. Al ser un medicamento antiguo, los médicos nos hemos familiarizado con él. Y se han acumulado estudios y experiencias que confirman que es un tratamiento eficaz y seguro", señala el neurólogo Arnold Hoppe, jefe de Neurología de la Clínica Alemana.
La promesa del Ravotril no es dejar de sentir, sino amortiguar el impacto que las emociones tienen sobre los pacientes que son víctimas de una ansiedad severa. Devuelve a tamaño normal la ansiedad, el miedo o la angustia que antes eran desproporcionados. Tal es el alivio que puede causar este efecto que los consumidores de Ravotril suelen ser personas agradecidas e, incluso, devotas del remedio.
"Andar angustiado hace sufrir a tal punto que hay cosas simples y cotidianas que esas personas no pueden hacer. Estar permanentemente ansioso o atormentado limita mucho la vida. En la medida en que controla esos síntomas, el Ravotril ha hecho una enorme contribución a la salud. Como todos los medicamentos, requiere tomar precauciones y ser controlado. Pero ha ayudado a muchos pacientes que si no se trataran vivirían un infierno", señala el siquiatra Rafael Torres, de la Universidad Católica.
Además de ser ansiolítico, el Ravotril es hipnótico y tranquilizante, por lo que genera muchísimo sueño, y su uso prolongado puede afectar la memoria. Su indicación debe ser bajo control periódico del médico.
Aunque se vende con receta retenida y sólo se puede comprar un máximo de tres cajas de 28 comprimidos por vez, existe un uso informal y sin prescripción del medicamento: pacientes que lo consumen lo ofrecen a sus amigos o conocidos cuando están en crisis.
Teresa (36) vivió uno de los peores días de su vida el año pasado cuando su padre murió de cáncer. Quedó destruida. "No fue sólo el dolor de su muerte, sino la angustia de los seis meses en que mi papá estuvo entrando y saliendo de la clínica. Yo estaba literalmente arrasada y no lo oculté. Lloré delante de todo el mundo", cuenta.
Sus amigos fueron en masa a acompañarla el mismo día de la muerte y la apoyaron de muchas maneras. "Lo único que me provoca cierta gracia de ese día es que el 70% de la gente que me fue a ver a mí o a mi familia me ofreció un Ravotril o algo parecido para que me sintiera mejor. Me abrazaban y me decían: ‘Tere, es demasiado doloroso, tómate esto’, ‘Tere, tienes que dormir bien, tómate uno’, ‘Tere, por favor, hazme caso, nadie se puede bancar una pena así’", recuerda. Teresa dice que la gente no podía creer que ella dijera que no. "A nadie le cabía en la cabeza que yo no quisiera evitarme el sufrimiento. Y me impresionó lo extendido que está el uso de estos remedios. No me decían 'Yo conozco un siquiatra' o 'Me puedo conseguir la receta', no, andaban con las pastillas en la cartera, en la billetera, en el abrigo".
"Tomarlo de esa manera es simplificar mucho las cosas", señala la siquiatra Soledad Díaz. "Es probable que si esa persona lo toma, se sienta mejor, pero ahí no hay un diagnóstico que determine si realmente lo necesita. Hay que tener cuidado con estas benzodiazepinas porque son poderosas y pueden causar dependencia", dice
Sobredosis de realidad
Seis años atrás, Ana (38) conoció la angustia en serio. Había sido madre por segunda vez. Su hija nació con una malformación congénita: los uréteres no se cerraban, lo que le producía reflujo renal y permanentes infecciones urinarias. La niña estuvo varias veces hospitalizada. Ana pasó los primeros siete meses después del parto durmiendo muy poco y masticando el dolor que le causaba tener a su hija enferma. Hasta que colapso. Cada vez que la niña tenía fiebre, Ana vomitaba. Ya no podía más. Fue al siquiatra, inició una terapia y tomó Ravotril durante seis meses.
"Me hizo bien porque me relajaba. Me permitía evadir esta sobredosis de realidad. Me hacía mirar desde arriba mi vida, ir paso a paso, sin caer en pánico cuando mi hija tenía fiebre. En la terapia, además, trabajé aspectos personales, como ser exigente y perfeccionista, porque lo que estaba viviendo se salía del menú de posibilidades que yo creía me podían pasar. Me daba lata tener tan mala pata. Creo que eso es lo que piensan todas las mamas que tienen un hijo enfermo. Me costaba asumir lo que me había tocado", dice.
Según el siquiatra Rafael Torres, hay personalidades que están más predispuestas a sufrir trastornos de ansiedad: "Las que son muy exigentes consigo mismas y con los otros, las que tienen cierta rigidez en la forma de hacer las cosas, las que son muy controladoras, y las que tienen dificultades para leer sus emociones".
Los especialistas coinciden en que estilos de vida como el nuestro causan ansiedad. "La exigencia, la competitividad, la falta de tiempo y de redes de apoyo —que no son más que las condiciones normales de la vida moderna— están poniendo en riesgo la salud mental", anota la siquiatra Soledad Díaz. Y agrega: "Lo único que produce calma es la autocontención, pero esta sociedad, llena de contradicciones, donde se quiere el máximo rendimiento con el mínimo esfuerzo, no la favorece". A partir de su experiencia, Soledad piensa que muchos consumidores de Ravotril lo usan como una manera de aferrarse a algo que calma. "Como un peluche, como un osito de trapo, como esas cosas blanditas y calentitas que calman a los niños", explica.
El escritor Rafael Gumucio encuentra que Chile es angustiante. Y él tiene mucha experiencia en angustias: va al siquiatra desde hace más de treinta años, la primera vez tenía sólo 3. Ha tomado muchos tranquilizantes, algunos con efectos muy perturbadores: se le ponía la lengua traposa, se le dormían los pies, le provocaban sueños muy raros. Desde hace siete años toma Ravotril, al que considera un gran remedio porque le quita la angustia y no lo atonta. "Casi todo el mundo usa o usará Ravotril, porque en sociedades como ésta es difícil escapar. Cuando estoy en Estados Unidos no lo tomo, no lo necesito. Allá nadie me llama por teléfono, camino más, tengo la cabeza y el cuerpo descansados. Pero acá, la fama, el ruido, los amigos, los tacos, el pelambre, me dan angustia. El tipo de vida que tenemos te obliga a drogarte de alguna manera. No es voluntario, es obligatorio", dice.
Gumucio considera que el Ravotril le da sabiduría, porque aleja los problemas y los pone en perspectiva. Sin él, la angustia y los miedos que suelen acosarlo en la noche parecen unos gigantes que se le vienen encima. Por eso toma el medicamento antes de acostarse: lo ayuda a dormir.
"Soy paranoide total. Le tengo miedo a todo. Vivir me da miedo. La muerte me asusta. Para mí las noches son terribles, porque soy insomne. Cuando me acuesto me llega un manantial de pensamientos, pienso mucha huevada: las cosas que me faltan, las que no he hecho, en las que he fallado. Entonces, la única forma de calmarme y dormir algunas horas, es tomándome un Ravotril".
El Ravoril me cuidaba
Karina Torres (30) es periodista y no puede olvidar el miedo que sintió en un viaje en bus de Concepción a Santiago. De repente, se le durmieron las piernas y empezó a ahogarse. Con dificultad, caminó por el pasillo y le pidió al chofer que parara en el próximo retén de Carabineros. Poco después se desmayó con la angustiante convicción de que se estaba muriendo. Karina había tenido un ataque de pánico.
Lo que siguió fue un recorrido por su biografía y su mente para tratar de entender por qué había hecho crisis. Empezó una terapia con un siquiatra al que le rogó que le diera algo que la protegiera del miedo: Ravotril de 0,5 mg en gotas, porque su miedo a ahogarse la estaba obligando a comer papillas. Era incapaz de tragar algo sólido.
"Como vivo sola, me daba mucho miedo tener una crisis y que nadie me ayudara. Por eso, durante mucho tiempo sentí que el Ravotril me cuidaba. Si lo tenía cerca sabía que nada malo me iba a pasar", dice.
Karina descubrió en su terapia que las crisis se debían a que no sabía pedir ayuda y cargaba con los problemas de los demás. Trabajó esos aspectos hasta que se sintió segura. "Un día pensé: soy inteligente, cuerda, normal. Me empezó a dar lata depender de un remedio y me propuse salir de mi casa sin el Ravotril. Fue una decisión trascendental".
Karina dejó el Ravotril supervisada por el médico y no ha vuelto a tener crisis de pánico. Sin embargo, sigue durmiendo con una caja del remedio en el velador. Por si se presenta una emergencia.
María Eugenia (53), en cambio, asumió que el Ravotril es parte de su vida. Toma un comprimido diario de 0,5 mg. desde hace 14 años, cuando sufrió un ataque de pánico.
"Para mí es un hábito, como lavarme los dientes. Ando bien con él, para qué dejarlo. Además, es tan poderosa la impresión del miedo que queda después de una crisis de pánico que prefiero mil veces seguir tomando Ravotril a exponerme a volver a sentirla", dice.
El siquiatra Rafael Torres asegura que a los pacientes con crisis de pánico cuesta mucho darlos de alta, porque siempre quedan asustados de que se les repita ese miedo irracional. "Cuando sabemos que ese paciente no se ha mejorado y que la posibilidad de que recaiga es alta, hay que evaluar qué es mejor: mantener una dosis baja de medicamento o exponerlo a que recaiga. Por eso, algunos pacientes con pánico están en tratamiento mucho tiempo", anota.
Vivir sin él
Desde hace diez años, sagradamente. Octavio (34) toma su cápsula de Ravotril de 2 mg. cada mañana. Lo consume por prescripción médica, ya que tiene un trastorno obsesivo: hay veces en que no puede manejar sus pensamientos, en su cabeza se meten ideas intrusas, se obsesiona y la voluntad no le sirve para retomar el control mental. Por eso, lo primero que hace cuando se despierta es tomarse un Ravotril. Y cada vez despierta más temprano y más incómodo, porque el efecto del remedio —que tiene una vida media de 20 horas— se acorta.
"La ansiedad es como una pulsión anal, como esa sensación de que tienes que ir corriendo al baño. Es molesta. Muy desagradable. El Ravotril me pone en el tono de los demás. Baja la frecuencia de mi cabeza. Quizás podría dejarlo, pero la vida sería mucho más dura. Y ya es suficientemente dura para que lo deje por puritanismo moral", dice.
El Ravotril causa dependencia. Por eso no es fácil dejarlo. Librarse de él sólo es posible bajo supervisión médica, bajando la dosis lentamente en un periodo prolongado. Si se deja de golpe, puede causar un efecto rebote: todos los síntomas que lograba controlar se presentan de repente: el insomnio, la angustia, el miedo. Su suspensión repentina puede incluso causar convulsiones.
En marzo del año pasado muchos consumidores de Ravotril vivieron días de pánico. Por un problema de envíos desde la casa matriz, el medicamento se agotó en las farmacias durante tres semanas. Roche, el laboratorio que lo distribuye, recibió numerosos llamados y mails de pacientes desesperados preguntando dónde conseguirlo. El laboratorio tuvo que poner un inserto en los diarios dirigido a los médicos señalando que el medicamento estaba disponible en gotas, al que podían recurrir mientras llegaban los comprimidos. La solidaridad entre amigos y conocidos que lo consumen, que suelen auxiliarse en casos de emergencia, jugó un papel crucial para paliar la angustia del momento.
Octavio ha estado algunos días sin tomarlo y recuerda que lo pasó pésimo. "Me sentí como loco. Tuve los síntomas de privación de un adicto. Se me disparó la libido. Andaba trepándome por las murallas porque me quería meter con todas las minas que veía. Fue horrible. El Ravotril es como una camisa de fuerza que mantiene a raya mi cabeza".
Luisa (33) es productora de modas y convive con el Ravotril desde hace diez años. Lo toma junto con un antidepresivo. Siempre está pendiente de tener un stock suficiente. Si está por acabarse, toma la precaución de ir al siquiatra y pedir una nueva receta. Nunca le falta, pero en caso de urgencia tiene una red de ayuda a la que recurrir.
"No me siento capaz de sobrellevar ningún dolor sin él. El Ravotril me permite vivir con anestesia: evita que las cosas me duelan tanto. Es como tener una mamá que me da golpecitos en la espalda cuando me siento angustiada de vivir. Por eso, cuando estoy sobrepasada, me tomo uno y es como ir al cielo. Es como si alguien me dijera al oído: 'confía, todo va a estar bien, no duele tanto'. Me ha ayudado a cortar relaciones, a cambiarme de carrera, a irme a vivir sola", dice.
Luisa tiene planes de casarse y está pensando tener un hijo. Pero en caso de embarazarse, tiene que dejar el Ravotril. "Estoy frente a ese dilema; un hijo o el Ravotril. Y por ahora no lo pienso dos veces: elijo el Ravotril".
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