"El cónclave privado en Marbella donde Bachelet alistó a su equipo".
La jornada se inició al mediodía del lunes. A Bachelet le tocó la suite ejecutiva 311, ubicada en el tercer piso del ala sur del hotel. En la habitación 310 se hospedó su encargado de seguridad, el teniente coronel Bruno Villalobos. Los otros favorecidos con suite ejecutiva fueron el ministro del Interior, Andrés Zaldívar, y el canciller Alejandro Foxley. El resto se repartió en habitaciones estándar y mini departamentos.
Al llegar, a los participantes se les entregó un distintivo con su nombre (sin el cargo) que debían pegarse en la ropa. Aunque muchos vestían trajes formales, pronto se pusieron tenidas más sport. Como Foxley, que llegó con camisa y se cambió a una polera piqué roja. O el subsecretario de Aviación, Raúl Vergara, que llamó la atención por su tropical guayabera con estampados florales, herencia de los años que vivió en Centroamérica.
Tras el almuerzo en el restaurante Mirador -consistente en ensalada césar con camarón y filetes de róbalo con salsa de choclo- comenzaron las actividades en el centro de convenciones con el primero de los dos discursos que daría la Presidenta.
A continuación tomó la palabra el experto en cultura organizacional Julio Olalla. Ex militante PC y antiguo colaborador del senador PPD Fernando Flores, Olalla se ofreció en forma gratuita para dictar una charla motivacional a los colaboradores de Bachelet.
Fue entonces cuando comenzó una serie de dinámicas dirigidas por una asistente de Olalla (Natasha), que tenían por objetivo generar confianza entre los ministros y reforzar el estilo que quiere imprimir Bachelet. Por ejemplo, los miembros del equipo de la Mandataria, sin distinción de cargos, debían abrazar a un compañero.
Otro ejercicio consistía en manifestar en un minuto sus expectativas y temores respecto del nuevo cargo. Fue entonces cuando surgió el tema de la necesidad de compatibilizar el trabajo con la familia y el tiempo libre. Ante lo cual Zaldívar tomó la palabra para decir que es necesario crear espacios para los familiares y pedir ayuda si es necesario.
Otra dinámica apuntaba a expresar facialmente las emociones, poniendo cara de asombro, enojo o tristeza. O repetir a viva voz la frase: "¡Yo mando aquí, yo mando aquí!". También debían caminar a distintas velocidades o hacer posiciones de yoga.
Otra tarea fue dividirse en grupos sectoriales y trabajar sobre un determinado tema, el que luego debían exponer. Todo sin parar, salvo un breve intermedio para el café.
Bachelet no participaba en los ejercicios, sólo observaba e intervenía cuando lo consideraba necesario. Uno de los puntos en que más insistió la Mandataria fue en que se debía trabajar en conjunto, aunando esfuerzos y compartiendo éxitos y fracasos.
La cena de la noche (crema de tomates, plateada escabechada y papas doradas al comino) incluyó un trago de cortesía. Y luego todos se alistaron para la fiesta.
Para realizar el evento se habilitó el salón Marbella, el más grande del lugar, como pista de baile. Aunque había un surtido bar, cada ministro debía pagarse sus propios tragos. A Bachelet sólo se le vio tomar agua y bromear con que "esto de la paridad permite que a nadie le falte pareja". El vocero de gobierno, Ricardo Lagos Weber, en tanto, salió a fumarse un puro y tomar un trago en el patio del centro de eventos.
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