Reescribo columna de sicología aparecidas en la revista Mujer del diario La Tercera, lamentablemente no anote la fecha ni el nombre de la sicóloga:
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Muchas veces escuchamos atentamente las preocupaciones, proyectos, frustraciones y confidencias de personas cercanas que depositan su confianza en nosotros. Sin embargo, es común que este escuchar serio y respetuoso está centrado básicamente en una retención y análisis de tipo lógico-racional y ajustado coherentemente a los contenidos que nos relatan.
En este proceso, lo más probable es que nos surja como respuesta el dar consejos o formular, con muy buena intención, la emisión de juicios y realizar recomendaciones acerca de cómo podría salir de sus equivocaciones o problemas, y dar indicaciones de cómo aprender a manejar su vida, estados de ánimo, relaciones de pareja... Este tipo de consejos le puede servir al afectado, pero difícilmente se sentirá contenido afectivamente o comprendido desde lo que significa su modo de vivenciar, o hasta de ser inseguros y/o experimentar mucha angustia y tristeza.
La empatía es ponerse afectivamente en el lugar del otro (ponerse en "sus zapatos", en su situación histórica) y, por lo tanto, realizar un acercamiento en relación a los sentimientos y afectos involucrados en sus problemas, "como si uno fuera esa persona". Por cierto que esto no puede llevarse a la práctica en un 100%, porque uno no es exactamente el otro, pero este acto de salirse de uno mismo y tratar de ver desde la realidad de la persona aproblemada su mundo es algo muy acercador, y que permite verdaderamente, y no sólo a través de un discurso teórico-racional, acompañar y no enjuiciar a quien lo necesita. También la empatía logra que nuestros seres queridos puedan simplemente desahogar- se y ser contenidos y escuchados sin la necesidad de ser aconsejadas o guiadas. Se trata de tener el valioso apoyo de contar con alguien a quien confiarle nuestras alegrías y preocupaciones sin dar explicaciones al respecto; y sabiendo que, lo más importante, esa persona empática no nos va a criticar destructivamente ni nos enjuiciará lapidariamente, aun cuando no esté de acuerdo con nuestro proceder.
Este ejercicio de la empatía, tan difícil de poner en práctica en nuestros días de convulsión e hiperindividualismo, o centrado en análisis intelectuales, básicamente lógico-Aristotélicos, nos puede conectar realmente con las personas y producir efectos que, aparentemente, son "mágicos", en donde aquellos con problemas se puedan sentir comprendidas. De esta manera, es probable que bajen sus defensas y se permitan ver sus vidas desde otros puntos de vista. Esto ya sería un acto sanador y catártico por sí mismo, lejano al espejo social de nuestro tipo de sociedad; y, por otro lado, nos hace bien el salirnos de nosotros mismos (dejar de mirarnos constantemente el ombligo) para regalar un acto de amor y de acercamiento a los demás.
Frases empáticas son: "Me pongo en tu lugar"; "que difícil debe haber sido para ti"; "te noto muy triste"; "¿necesitas hablar?"; "a veces no tenemos otras conductas que nos ayuden a funcionar mejor..."; "hiciste lo que mejor pudiste con lo que sabías". Lo importante es decírselo a la persona realmente de manera honesta y ajustada lo más posible a su realidad.
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Muchas veces escuchamos atentamente las preocupaciones, proyectos, frustraciones y confidencias de personas cercanas que depositan su confianza en nosotros. Sin embargo, es común que este escuchar serio y respetuoso está centrado básicamente en una retención y análisis de tipo lógico-racional y ajustado coherentemente a los contenidos que nos relatan.
En este proceso, lo más probable es que nos surja como respuesta el dar consejos o formular, con muy buena intención, la emisión de juicios y realizar recomendaciones acerca de cómo podría salir de sus equivocaciones o problemas, y dar indicaciones de cómo aprender a manejar su vida, estados de ánimo, relaciones de pareja... Este tipo de consejos le puede servir al afectado, pero difícilmente se sentirá contenido afectivamente o comprendido desde lo que significa su modo de vivenciar, o hasta de ser inseguros y/o experimentar mucha angustia y tristeza.
La empatía es ponerse afectivamente en el lugar del otro (ponerse en "sus zapatos", en su situación histórica) y, por lo tanto, realizar un acercamiento en relación a los sentimientos y afectos involucrados en sus problemas, "como si uno fuera esa persona". Por cierto que esto no puede llevarse a la práctica en un 100%, porque uno no es exactamente el otro, pero este acto de salirse de uno mismo y tratar de ver desde la realidad de la persona aproblemada su mundo es algo muy acercador, y que permite verdaderamente, y no sólo a través de un discurso teórico-racional, acompañar y no enjuiciar a quien lo necesita. También la empatía logra que nuestros seres queridos puedan simplemente desahogar- se y ser contenidos y escuchados sin la necesidad de ser aconsejadas o guiadas. Se trata de tener el valioso apoyo de contar con alguien a quien confiarle nuestras alegrías y preocupaciones sin dar explicaciones al respecto; y sabiendo que, lo más importante, esa persona empática no nos va a criticar destructivamente ni nos enjuiciará lapidariamente, aun cuando no esté de acuerdo con nuestro proceder.
Este ejercicio de la empatía, tan difícil de poner en práctica en nuestros días de convulsión e hiperindividualismo, o centrado en análisis intelectuales, básicamente lógico-Aristotélicos, nos puede conectar realmente con las personas y producir efectos que, aparentemente, son "mágicos", en donde aquellos con problemas se puedan sentir comprendidas. De esta manera, es probable que bajen sus defensas y se permitan ver sus vidas desde otros puntos de vista. Esto ya sería un acto sanador y catártico por sí mismo, lejano al espejo social de nuestro tipo de sociedad; y, por otro lado, nos hace bien el salirnos de nosotros mismos (dejar de mirarnos constantemente el ombligo) para regalar un acto de amor y de acercamiento a los demás.
Frases empáticas son: "Me pongo en tu lugar"; "que difícil debe haber sido para ti"; "te noto muy triste"; "¿necesitas hablar?"; "a veces no tenemos otras conductas que nos ayuden a funcionar mejor..."; "hiciste lo que mejor pudiste con lo que sabías". Lo importante es decírselo a la persona realmente de manera honesta y ajustada lo más posible a su realidad.
En cambio, frases no empáticas son: "Tu estás equivocado(a)"; "de nuevo lo hiciste mal"; "yo te voy a decir cómo tienes que hacerlo", "otra vez te pasa lo mismo". Estas recomendaciones no ayudan a la persona afligida a tranquilizarse y sentirse con el ánimo apropiado para enfrentar y buscar soluciones por sí misma a sus problemas. Por otro lado, a veces la persona que se desahoga sólo quiere hacer eso y no transformar este acto en una eterna sesión de consejos.
Al trabajar la empatía uno debe salirse de sus propios mundos internos, con el fin de escuchar y permitirse observar contenidos desde otros puntos de vista; como también utilizando otros esquemas cognitivos, que por cierto ayudan mucho en pos de la mayor y más amplia comprensión de las complejidades que cada ser humano presenta como seres únicos e irrepetibles. La empatía es un acto de amor e interés genuino por tratar de comprender a los demás.
Al trabajar la empatía uno debe salirse de sus propios mundos internos, con el fin de escuchar y permitirse observar contenidos desde otros puntos de vista; como también utilizando otros esquemas cognitivos, que por cierto ayudan mucho en pos de la mayor y más amplia comprensión de las complejidades que cada ser humano presenta como seres únicos e irrepetibles. La empatía es un acto de amor e interés genuino por tratar de comprender a los demás.
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