Un reportaje publicado el martes 2 de mayo en la Revista Ya de El Mercurio.
Exceso de comida, alcohol y depresión:
El triángulo tóxico de las mujeres
La sicóloga estadounidense Susan Nolen-Hoeksema, experta en salud mental femenina de la Universidad de Yale, acaba de publicar el libro "Eating, Drinking and Overthinking". En él plantea que comer, beber y pensar demasiado constituyen el triángulo tóxico que afecta a las mujeres. "La depresión rara vez ocurre a solas; suele combinarse con un comer excesivo, descontrolado, o con un exceso de dietas. También con el alcohol, para buscar un escape de los sentimientos depresivos. Estos tres factores se alimentan entre sí y generan una espiral descendiente en el que todo se vuelve cada vez peor".
Cualquier hombre que tenga madre, hermana, amiga, polola, esposa, colega o una relación significativa - del tipo que sea- con una mujer, ya se habrá dado cuenta de un factor básico de la mente femenina: la tendencia de buena parte de las mujeres a darles demasiadas vueltas a las cosas.
Para ser justos, el fenómeno no es exclusivo de ellas y tampoco se presenta con ribetes patológicos en todas. Pero la sicóloga Susan Nolen-Hoeksema - profesora del Departamento de Sicología de la Universidad de Yale, y quien comenzó a estudiar los recovecos y los laberintos de la mente femenina hace más de veinte años- argumenta que hay factores sociales, partiendo por los papeles que se espera que cumplan los hombres y las mujeres, que incentivan la tendencia femenina a pensar de sobra.
Por teléfono desde Yale, en Connecticut, explica que desde niñas se acostumbra a las mujeres a conectarse a su hemisferio emocional y a ser las encargadas en una relación de que todos estén satisfechos, "y esos son dos factores que determinan la predisposición femenina a sobreanalizar las situaciones. Por eso, con más frecuencia que los hombres, hacen comentarios del tipo: debe ser que X me dijo tal cosa porque estaba pensando en lo que Y hizo...".
Señala que aunque la mayoría del tiempo no pasa de ser una entretención insignificante, a veces es reflejo de un trastorno serio, capaz de llevar a lo que corrientemente se describe como quedarse pegado. Es decir, inmóvil, incapacitado para buscar soluciones, angustiado, analizando las mil formas en que el pasado pudo haber sido diferente, hilando detalles, anticipando problemas.
Nolen-Hoeksema le puso un nombre a las personas que caen en esa categoría. Las llama "overthinkers" (sobre-pensadoras). Y al ejercicio interminable de responder a sus angustias enfocándose en las causas y consecuencias de los problemas - en lugar de actuar para dejarlos atrás- lo bautizó como "rumination"(algo así como pensar repetidamente en algo). Ella concluye que quienes viven con esa condición, especialmente las mujeres, sufren períodos de depresión y ansiedad más prolongados al crearse su propia "bola de nieve", ya que basta una reflexión negativa para incentivar pensamientos nefastos adicionales.
Las estadísticas no ayudan al género. Las cifras que maneja Nolen-Hoeksema dicen que una de cada cuatro mujeres en Estados Unidos sufrirá al menos un episodio depresivo en su vida. Y el 50% experimenta síndromes moderados de depresión.
La autora exploró hace un par de años el planteamiento en su libro "Mujeres que piensan demasiado ("Women Who Think Too Much"), del que ahora se desprende un libro nuevo, "Comer, Beber y Pensar Demasiado" ("Eating, Drinking and Overthinking"). En él, la profesora del Departamento de Sicología de la Universidad de Yale argumenta que las "overthinkers" también caen con más frecuencia en el exceso de alcohol y en el comer compulsivo, "para escapar de la pena y de la sensación de que la vida no está yendo de la manera que desearíamos". Y ahí, el problema pasa a mayores.
Comer, Beber, Deprimirse
Pensar en exceso (rumination), entonces, es el factor que gatilla la entrada al "triángulo tóxico" de la comida, la bebida y la depresión, un espacio al que la sicóloga califica como "venenoso para la mujer".
Nolen-Hoeksema se explaya: "La depresión rara vez ocurre a solas, suele combinarse con otros problemas. Especialmente en las mujeres, se da con el comer excesivo, descontrolado, o con un exceso de dietas y el temor a subir de peso. También con el alcohol, para buscar un escape de los sentimientos depresivos. Los tres factores del triángulo se alimentan entre sí y generan una espiral descendente, en el que todo se vuelve cada vez peor", explica. En sus estudios, ella ha comprobado que al menos el 80% de las mujeres que sufre una de esas aflicciones se encuentra en algún momento siendo víctima de al menos otra de las dos restantes.
A la persona capturada en el triángulo se la reconoce porque está triste - el síntoma por excelencia de la depresión- y, para escapar, cae en dos comportamientos típicos. El primero es que come en exceso (de manera compulsiva) o bien deja de comer, siguiendo dietas de forma obsesiva. Bulimias, anorexias, dietas estrictas, empleo de laxativos y ejercicio en exceso son la expresión típica de ese trastorno, en el caso de las mujeres que reaccionan controlando el peso. Mientras que el aumento significativo de kilos es la señal que ve el resto del mundo cuando la persona busca, literalmente, consuelo en la comida. El segundo comportamiento característico del triángulo es el abuso del alcohol.
Los estereotipos físicos ideales que impone la sociedad complican el panoramana para las personalidades en riesgo. "Las presiones culturales para verse bien ciertamente dan forma a las expectativas que tienen las mujeres cuando caen en alguna forma compulsiva de alimentación, porque se preocupan constantemente de que van a subir de peso, verse feas y todo eso", dice la sicóloga. En su libro incluso habla del "corsé sicológico" que crea el ideal: "Las mujeres que se sienten presionadas a ser flacas también experimentan más tristeza y síntomas de depresión. Esa tristeza y sensación de derrota parece estar ligada al descontento con la manera en que se ve su cuerpo, como también a la falta de esperanza, porque jamás serán lo suficientemente delgadas".
De ahí al abuso del alcohol hay un paso: "Hay estudios que demuestran que las mujeres descontentas con su cuerpo usan alcohol más frecuentemente que aquellas que están conformes o que rechazan el ideal de belleza flaca". Es probable que la embriaguez alivie el exceso de preocupación, o que la preocupación constante de no comer haga vulnerable a otros comportamientos compulsivos. También es probable que los abusos con la bebida deriven del hábito de tomarse unas copas para desprenderse del estrés del día.
Sin embargo, Susan Nolen-Hoeksema asegura que en las mujeres proclives a entrar en el triángulo, el abuso a menudo comienza a partir de una relación con un hombre y del deseo de "no ser menos que él" a la hora de beber, un fenómeno recurrente entre adolescentes. "El alcohol es una parte importante de la relación con él y tratas de mantenerte a la par, pero eventualmente te afecta en tu comportamiento", asegura. Signos fáciles de captar son una baja en el rendimiento o demasiados atrasos y jaquecas, que se podrían vincular a resacas. "No hay mucha investigación respecto del alcoholismo en la mujer, porque es un problema más común en el hombre, pero es un hecho que amplios porcentajes de mujeres toman más de lo que su cuerpo soporta y que tienen alguna clase de problemas sociales a raíz de sus hábitos".
Sexo débil
¿Pero, por qué el sexo femenino es más vulnerable frente al triángulo tóxico?
"Tiene que ver con la tendencia de las mujeres a poner el estrés sobre ellas y guardárselo, en lugar de reaccionar y actuar frente a la situación que las molesta. Sea cierto o no, sienten que no pueden hacer nada para resolver sus problemas. Se van hacia adentro, piensan en exceso, caen en depresiones o le hacen daño a su cuerpo - a través de la comida o la bebida- y lo mantienen todo en el interior", explica Nolen-Hoeksema.
La sicóloga dice que aunque las presiones sociales para que las mujeres y los hombres respondan a roles de género tradicionales han disminuido en décadas recientes, éstas aún existen. En el caso de las mujeres, cree que se les incentiva desde pequeñas a conectarse a su mundo emocional. "Eso es bueno, pero te puede volver hipersensitivo en relación a tus angustias, hacerte sentir sin control sobre ellas o responsable de cómo se sienten los demás".
Eso, porque los adultos también enseñan a las niñas desde pequeñas a ser "guardianes de las relaciones", responsables de la felicidad de todos y de aliviar las insatisfacciones. "Los hombres dejan que la mujer cumpla ese papel y, en relaciones cercanas entre hombres y mujeres, ellas hacen la mayor parte del trabajo emocional. Ellas arrastran a los hombres a expresar cómo se sienten, los escuchan sin juzgar, consuelan, alientan y apoyan".
Además, Susan Nolen-Hoeksema explica que las mujeres son más proclives a definirse a sí mismas en función de sus relaciones (como "mamá de", o "esposa de") y a cultivar conexiones más fuertes con sus amigos y familiares. Nada de malo hay en eso, pero algunas mujeres "cruzan la línea", dice la sicóloga, y se preocupan en exceso del estado en que se encuentran sus lazos con otros.
Lo irónico es que una vez que la "atmósfera tóxica" lleva a cruzar las fronteras del triángulo, son las relaciones importantes las que más sufren, porque se pierde toda capacidad para lidiar de manera efectiva con los problemas. Y los signos de que una mujer está en su propio infierno, se manifiestan primero con los seres más cercanos. Porque la persona se transforma en un imán para el estrés en las relaciones interpersonales. O busca un excesivo reconocimiento a todas sus acciones. O se aísla por completo. Y tiene problemas personales o de rendimiento en el trabajo.
Los trastornos pasan la cuenta especialmente dentro de las familias. "Los hijos de mujeres que atraviesan una depresión, o que tienen problemas de alcohol o trastornos alimentarios, se pueden sentir abandonados, dejados de lado. Es probable que ellas, además, se sientan frustradas y que se desahoguen con los niños. Y cuando los problemas de la madre son severos, los hijos pueden desarrollar diversos tipos de problemas mentales", argumenta la autora.
En el caso de las parejas, observa que comparten el sentimiento de frustración o se consideran incapaces de dar ayuda, lo que a menudo los vuelve irritables con las mujeres cuando las ven caer en el triángulo: "Puede llevar a problemas sustanciales en la relación". La profesora de Yale no ha analizado si la soltería o el matrimonio son en sí factores de riesgo, pero sí sabe que la edad lo es, ya que las mujeres, cuando entran en la adultez, están más propensas a cruzar las fronteras del triángulo tóxico. "A los 15 ó 16 años, muchas jóvenes han sufrido síntomas sustanciales de depresión, desórdenes alimentarios o abuso del alcohol. Ya a esa edad, las chicas también han sentido presiones sociales que las impulsan a volverse hacia sí mismas para enfrentar los problemas. Eso genera un exceso de preocupación acerca de sus relaciones y expectativas peligrosas para sí mismas", escribe Nolen-Hoeksema.
¿Cómo se las puede ayudar? "Así como las mujeres pueden potenciar sus propias fortalezas - la reflexión y la sensibilidad emocional- para hacer cambios hacia formas de reacción más positivas frente al entorno, y para buscar metas positivas, el cerebro puede ser adiestrado", dice la autora.
En los casos más severos de mujeres mayores o adolescentes capturadas en el triángulo, además de una terapia con un profesional, aconseja otras medidas. Primero, hacer una lista que enumere los factores que gatillan los episodios malos, para evitarlos. Luego aceptarse a sí mismo, ser realista y elaborar un "yo ideal", siguiendo estándares propios, no aquellos que impone la sociedad. Y en lugar de ponerse metas napoléonicas, sostiene que es más importante fijarse objetivos hacia los que se desea avanzar, y comenzar una rutina de actividades que resulten edificantes para ir hacia un estilo de vida más positivo, alejado de la bebida, la comida y la depresión.
Exceso de comida, alcohol y depresión:
El triángulo tóxico de las mujeres
La sicóloga estadounidense Susan Nolen-Hoeksema, experta en salud mental femenina de la Universidad de Yale, acaba de publicar el libro "Eating, Drinking and Overthinking". En él plantea que comer, beber y pensar demasiado constituyen el triángulo tóxico que afecta a las mujeres. "La depresión rara vez ocurre a solas; suele combinarse con un comer excesivo, descontrolado, o con un exceso de dietas. También con el alcohol, para buscar un escape de los sentimientos depresivos. Estos tres factores se alimentan entre sí y generan una espiral descendiente en el que todo se vuelve cada vez peor".
Cualquier hombre que tenga madre, hermana, amiga, polola, esposa, colega o una relación significativa - del tipo que sea- con una mujer, ya se habrá dado cuenta de un factor básico de la mente femenina: la tendencia de buena parte de las mujeres a darles demasiadas vueltas a las cosas.
Para ser justos, el fenómeno no es exclusivo de ellas y tampoco se presenta con ribetes patológicos en todas. Pero la sicóloga Susan Nolen-Hoeksema - profesora del Departamento de Sicología de la Universidad de Yale, y quien comenzó a estudiar los recovecos y los laberintos de la mente femenina hace más de veinte años- argumenta que hay factores sociales, partiendo por los papeles que se espera que cumplan los hombres y las mujeres, que incentivan la tendencia femenina a pensar de sobra.
Por teléfono desde Yale, en Connecticut, explica que desde niñas se acostumbra a las mujeres a conectarse a su hemisferio emocional y a ser las encargadas en una relación de que todos estén satisfechos, "y esos son dos factores que determinan la predisposición femenina a sobreanalizar las situaciones. Por eso, con más frecuencia que los hombres, hacen comentarios del tipo: debe ser que X me dijo tal cosa porque estaba pensando en lo que Y hizo...".
Señala que aunque la mayoría del tiempo no pasa de ser una entretención insignificante, a veces es reflejo de un trastorno serio, capaz de llevar a lo que corrientemente se describe como quedarse pegado. Es decir, inmóvil, incapacitado para buscar soluciones, angustiado, analizando las mil formas en que el pasado pudo haber sido diferente, hilando detalles, anticipando problemas.
Nolen-Hoeksema le puso un nombre a las personas que caen en esa categoría. Las llama "overthinkers" (sobre-pensadoras). Y al ejercicio interminable de responder a sus angustias enfocándose en las causas y consecuencias de los problemas - en lugar de actuar para dejarlos atrás- lo bautizó como "rumination"(algo así como pensar repetidamente en algo). Ella concluye que quienes viven con esa condición, especialmente las mujeres, sufren períodos de depresión y ansiedad más prolongados al crearse su propia "bola de nieve", ya que basta una reflexión negativa para incentivar pensamientos nefastos adicionales.
Las estadísticas no ayudan al género. Las cifras que maneja Nolen-Hoeksema dicen que una de cada cuatro mujeres en Estados Unidos sufrirá al menos un episodio depresivo en su vida. Y el 50% experimenta síndromes moderados de depresión.
La autora exploró hace un par de años el planteamiento en su libro "Mujeres que piensan demasiado ("Women Who Think Too Much"), del que ahora se desprende un libro nuevo, "Comer, Beber y Pensar Demasiado" ("Eating, Drinking and Overthinking"). En él, la profesora del Departamento de Sicología de la Universidad de Yale argumenta que las "overthinkers" también caen con más frecuencia en el exceso de alcohol y en el comer compulsivo, "para escapar de la pena y de la sensación de que la vida no está yendo de la manera que desearíamos". Y ahí, el problema pasa a mayores.
Comer, Beber, Deprimirse
Pensar en exceso (rumination), entonces, es el factor que gatilla la entrada al "triángulo tóxico" de la comida, la bebida y la depresión, un espacio al que la sicóloga califica como "venenoso para la mujer".
Nolen-Hoeksema se explaya: "La depresión rara vez ocurre a solas, suele combinarse con otros problemas. Especialmente en las mujeres, se da con el comer excesivo, descontrolado, o con un exceso de dietas y el temor a subir de peso. También con el alcohol, para buscar un escape de los sentimientos depresivos. Los tres factores del triángulo se alimentan entre sí y generan una espiral descendente, en el que todo se vuelve cada vez peor", explica. En sus estudios, ella ha comprobado que al menos el 80% de las mujeres que sufre una de esas aflicciones se encuentra en algún momento siendo víctima de al menos otra de las dos restantes.
A la persona capturada en el triángulo se la reconoce porque está triste - el síntoma por excelencia de la depresión- y, para escapar, cae en dos comportamientos típicos. El primero es que come en exceso (de manera compulsiva) o bien deja de comer, siguiendo dietas de forma obsesiva. Bulimias, anorexias, dietas estrictas, empleo de laxativos y ejercicio en exceso son la expresión típica de ese trastorno, en el caso de las mujeres que reaccionan controlando el peso. Mientras que el aumento significativo de kilos es la señal que ve el resto del mundo cuando la persona busca, literalmente, consuelo en la comida. El segundo comportamiento característico del triángulo es el abuso del alcohol.
Los estereotipos físicos ideales que impone la sociedad complican el panoramana para las personalidades en riesgo. "Las presiones culturales para verse bien ciertamente dan forma a las expectativas que tienen las mujeres cuando caen en alguna forma compulsiva de alimentación, porque se preocupan constantemente de que van a subir de peso, verse feas y todo eso", dice la sicóloga. En su libro incluso habla del "corsé sicológico" que crea el ideal: "Las mujeres que se sienten presionadas a ser flacas también experimentan más tristeza y síntomas de depresión. Esa tristeza y sensación de derrota parece estar ligada al descontento con la manera en que se ve su cuerpo, como también a la falta de esperanza, porque jamás serán lo suficientemente delgadas".
De ahí al abuso del alcohol hay un paso: "Hay estudios que demuestran que las mujeres descontentas con su cuerpo usan alcohol más frecuentemente que aquellas que están conformes o que rechazan el ideal de belleza flaca". Es probable que la embriaguez alivie el exceso de preocupación, o que la preocupación constante de no comer haga vulnerable a otros comportamientos compulsivos. También es probable que los abusos con la bebida deriven del hábito de tomarse unas copas para desprenderse del estrés del día.
Sin embargo, Susan Nolen-Hoeksema asegura que en las mujeres proclives a entrar en el triángulo, el abuso a menudo comienza a partir de una relación con un hombre y del deseo de "no ser menos que él" a la hora de beber, un fenómeno recurrente entre adolescentes. "El alcohol es una parte importante de la relación con él y tratas de mantenerte a la par, pero eventualmente te afecta en tu comportamiento", asegura. Signos fáciles de captar son una baja en el rendimiento o demasiados atrasos y jaquecas, que se podrían vincular a resacas. "No hay mucha investigación respecto del alcoholismo en la mujer, porque es un problema más común en el hombre, pero es un hecho que amplios porcentajes de mujeres toman más de lo que su cuerpo soporta y que tienen alguna clase de problemas sociales a raíz de sus hábitos".
Sexo débil
¿Pero, por qué el sexo femenino es más vulnerable frente al triángulo tóxico?
"Tiene que ver con la tendencia de las mujeres a poner el estrés sobre ellas y guardárselo, en lugar de reaccionar y actuar frente a la situación que las molesta. Sea cierto o no, sienten que no pueden hacer nada para resolver sus problemas. Se van hacia adentro, piensan en exceso, caen en depresiones o le hacen daño a su cuerpo - a través de la comida o la bebida- y lo mantienen todo en el interior", explica Nolen-Hoeksema.
La sicóloga dice que aunque las presiones sociales para que las mujeres y los hombres respondan a roles de género tradicionales han disminuido en décadas recientes, éstas aún existen. En el caso de las mujeres, cree que se les incentiva desde pequeñas a conectarse a su mundo emocional. "Eso es bueno, pero te puede volver hipersensitivo en relación a tus angustias, hacerte sentir sin control sobre ellas o responsable de cómo se sienten los demás".
Eso, porque los adultos también enseñan a las niñas desde pequeñas a ser "guardianes de las relaciones", responsables de la felicidad de todos y de aliviar las insatisfacciones. "Los hombres dejan que la mujer cumpla ese papel y, en relaciones cercanas entre hombres y mujeres, ellas hacen la mayor parte del trabajo emocional. Ellas arrastran a los hombres a expresar cómo se sienten, los escuchan sin juzgar, consuelan, alientan y apoyan".
Además, Susan Nolen-Hoeksema explica que las mujeres son más proclives a definirse a sí mismas en función de sus relaciones (como "mamá de", o "esposa de") y a cultivar conexiones más fuertes con sus amigos y familiares. Nada de malo hay en eso, pero algunas mujeres "cruzan la línea", dice la sicóloga, y se preocupan en exceso del estado en que se encuentran sus lazos con otros.
Lo irónico es que una vez que la "atmósfera tóxica" lleva a cruzar las fronteras del triángulo, son las relaciones importantes las que más sufren, porque se pierde toda capacidad para lidiar de manera efectiva con los problemas. Y los signos de que una mujer está en su propio infierno, se manifiestan primero con los seres más cercanos. Porque la persona se transforma en un imán para el estrés en las relaciones interpersonales. O busca un excesivo reconocimiento a todas sus acciones. O se aísla por completo. Y tiene problemas personales o de rendimiento en el trabajo.
Los trastornos pasan la cuenta especialmente dentro de las familias. "Los hijos de mujeres que atraviesan una depresión, o que tienen problemas de alcohol o trastornos alimentarios, se pueden sentir abandonados, dejados de lado. Es probable que ellas, además, se sientan frustradas y que se desahoguen con los niños. Y cuando los problemas de la madre son severos, los hijos pueden desarrollar diversos tipos de problemas mentales", argumenta la autora.
En el caso de las parejas, observa que comparten el sentimiento de frustración o se consideran incapaces de dar ayuda, lo que a menudo los vuelve irritables con las mujeres cuando las ven caer en el triángulo: "Puede llevar a problemas sustanciales en la relación". La profesora de Yale no ha analizado si la soltería o el matrimonio son en sí factores de riesgo, pero sí sabe que la edad lo es, ya que las mujeres, cuando entran en la adultez, están más propensas a cruzar las fronteras del triángulo tóxico. "A los 15 ó 16 años, muchas jóvenes han sufrido síntomas sustanciales de depresión, desórdenes alimentarios o abuso del alcohol. Ya a esa edad, las chicas también han sentido presiones sociales que las impulsan a volverse hacia sí mismas para enfrentar los problemas. Eso genera un exceso de preocupación acerca de sus relaciones y expectativas peligrosas para sí mismas", escribe Nolen-Hoeksema.
¿Cómo se las puede ayudar? "Así como las mujeres pueden potenciar sus propias fortalezas - la reflexión y la sensibilidad emocional- para hacer cambios hacia formas de reacción más positivas frente al entorno, y para buscar metas positivas, el cerebro puede ser adiestrado", dice la autora.
En los casos más severos de mujeres mayores o adolescentes capturadas en el triángulo, además de una terapia con un profesional, aconseja otras medidas. Primero, hacer una lista que enumere los factores que gatillan los episodios malos, para evitarlos. Luego aceptarse a sí mismo, ser realista y elaborar un "yo ideal", siguiendo estándares propios, no aquellos que impone la sociedad. Y en lugar de ponerse metas napoléonicas, sostiene que es más importante fijarse objetivos hacia los que se desea avanzar, y comenzar una rutina de actividades que resulten edificantes para ir hacia un estilo de vida más positivo, alejado de la bebida, la comida y la depresión.
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