Columna publicada por el siquiatra Juan Pablo Díaz en la Revista Ya de El Mercurio el día 2 de mayo del 2006.
Insistir en la superioridad del género masculino o femenino, sólo por el hecho de ser "hombres o mujeres", me parece absurdo y caricaturesco. Mujeres y hombres hemos sido creados para beneficio de ambos y de toda la especie. Ni idénticos ni opuestos, más parecidos que diferentes, pero sobre todo humanos. En el rango de lo masculino y femenino, caben todas las posibilidades para ser "hombres" y "mujeres".
En la expresividad afectiva o emocional, distinguimos los tipos, "masculino" y "femenino". Esto obliga a decodificar el lenguaje del otro y a no compararse consigo mismo. A continuación encontrará algunas diferencias de la expresividad emocional, en relación con las cuatro emociones básicas.
Pena: En situaciones de tristeza, muchos hombres entran en un absoluto mutismo y se refugian en su silencio, sin derramar una lágrima. Algo que pudiera parecer insensibilidad, no es tal. La intensidad de la emoción, puede ser incluso mayor que la de otro individuo, que llora desconsoladamente. La expresión de la pena en la mayoría de las mujeres, en cambio, es explícita y fluida. Comparten su llanto sin problema, lo que les permite establecer relaciones cercanas y solidarias en torno al dolor propio y ajeno. La mayoría de los hombres, si lloran, lo hacen a solas.
Rabia: Una emoción compleja, compuesta de enojo y de coraje. El coraje es la fuerza necesaria para modificar las causas del enojo. El enojo es un sentimiento y el coraje, una reacción motora. La sensación puede ser similar en ambos sexos. La mujer puede conservar su rabia por largo tiempo, pudiendo taimarse. "No, no me pasa nada, no te preocupes", es una frase bastante frecuente. La mujer es capaz de postergar su respuesta para una mejor ocasión, corriendo el riesgo de desbordarse por sobresaturación. La mayoría de los hombres, en cambio, reaccionan impulsivamente, de manera oportuna y firme, actúan y después evalúan los daños y los reparan cuando es posible. El hombre vive arrepintiéndose de los excesos en sus repuestas. Muchas mujeres, en cambio, se lamentan y acumulan hasta explotar cuando se sienten sobrepasadas.
Temor: El hombre lo disimula con tal de ser considerado valiente, confundiendo la cobardía, con el sentimiento de temor. Existen muchas maneras de ocultar el temor. La más usada es cambiar una emoción por otra. El hombre atemorizado recurre a la agresión como respuesta automática, no sólo disminuye su temor, sino que también le permite trasladarse de un sentimiento incómodo, que no maneja, a la acción, algo para lo cual ha sido entrenado desde pequeño. Lo confirman quienes han sido los guerreros en la especie y quienes se han reservado para asistir a los heridos. La mujer frente al temor se protege y se defiende de lo más bien. El hombre, en cambio, busca eliminar rápidamente a su adversario.
Alegría: Es un espacio para encontrarnos "hombres y mujeres", donde brota lo amoroso de ambos y se privilegia la cercanía. Donde la alegría aliviana lo profundo y apacigua las peores rabias. Una caricia desarma cualquier defensa y evapora la tristeza entre sus propias lágrimas. Es en la complementariedad de los sexos donde radica la clave de la coexistencia, y es allí donde las diferencias se convierten en ventajas para ambos. Vivan las coincidencias.
Insistir en la superioridad del género masculino o femenino, sólo por el hecho de ser "hombres o mujeres", me parece absurdo y caricaturesco. Mujeres y hombres hemos sido creados para beneficio de ambos y de toda la especie. Ni idénticos ni opuestos, más parecidos que diferentes, pero sobre todo humanos. En el rango de lo masculino y femenino, caben todas las posibilidades para ser "hombres" y "mujeres".
En la expresividad afectiva o emocional, distinguimos los tipos, "masculino" y "femenino". Esto obliga a decodificar el lenguaje del otro y a no compararse consigo mismo. A continuación encontrará algunas diferencias de la expresividad emocional, en relación con las cuatro emociones básicas.
Pena: En situaciones de tristeza, muchos hombres entran en un absoluto mutismo y se refugian en su silencio, sin derramar una lágrima. Algo que pudiera parecer insensibilidad, no es tal. La intensidad de la emoción, puede ser incluso mayor que la de otro individuo, que llora desconsoladamente. La expresión de la pena en la mayoría de las mujeres, en cambio, es explícita y fluida. Comparten su llanto sin problema, lo que les permite establecer relaciones cercanas y solidarias en torno al dolor propio y ajeno. La mayoría de los hombres, si lloran, lo hacen a solas.
Rabia: Una emoción compleja, compuesta de enojo y de coraje. El coraje es la fuerza necesaria para modificar las causas del enojo. El enojo es un sentimiento y el coraje, una reacción motora. La sensación puede ser similar en ambos sexos. La mujer puede conservar su rabia por largo tiempo, pudiendo taimarse. "No, no me pasa nada, no te preocupes", es una frase bastante frecuente. La mujer es capaz de postergar su respuesta para una mejor ocasión, corriendo el riesgo de desbordarse por sobresaturación. La mayoría de los hombres, en cambio, reaccionan impulsivamente, de manera oportuna y firme, actúan y después evalúan los daños y los reparan cuando es posible. El hombre vive arrepintiéndose de los excesos en sus repuestas. Muchas mujeres, en cambio, se lamentan y acumulan hasta explotar cuando se sienten sobrepasadas.
Temor: El hombre lo disimula con tal de ser considerado valiente, confundiendo la cobardía, con el sentimiento de temor. Existen muchas maneras de ocultar el temor. La más usada es cambiar una emoción por otra. El hombre atemorizado recurre a la agresión como respuesta automática, no sólo disminuye su temor, sino que también le permite trasladarse de un sentimiento incómodo, que no maneja, a la acción, algo para lo cual ha sido entrenado desde pequeño. Lo confirman quienes han sido los guerreros en la especie y quienes se han reservado para asistir a los heridos. La mujer frente al temor se protege y se defiende de lo más bien. El hombre, en cambio, busca eliminar rápidamente a su adversario.
Alegría: Es un espacio para encontrarnos "hombres y mujeres", donde brota lo amoroso de ambos y se privilegia la cercanía. Donde la alegría aliviana lo profundo y apacigua las peores rabias. Una caricia desarma cualquier defensa y evapora la tristeza entre sus propias lágrimas. Es en la complementariedad de los sexos donde radica la clave de la coexistencia, y es allí donde las diferencias se convierten en ventajas para ambos. Vivan las coincidencias.