Columna aparecida en la revista Ya de El Mercurio el martes 30 de mayo de 2006, respecto a escuela para padres.
Memoria autobiográfica
Por la Sicóloga Neva Milicic
Los episodios personales significativos, sean felices o dolorosos, quedan registrados en una zona especial del cerebro. Esta zona es la memoria autobiográfica, donde se guardan los recuerdos y desde allí es posible recuperarlos en situaciones específicas. Hay antecedentes que permiten concluir que esta memoria comienza a registrar preguntas a partir de los dos años, aportando datos en forma explícita. Pero, no obstante, desde antes hay un registro implícito que, aunque no constituyen recuerdos, probablemente actúan afectando el comportamiento de los niños desde el sistema límbico.
Los registros emocionales constituyen - cuando son positivos- un maravilloso reservorio de felicidad. Cuando se pregunta a los niños cuáles son sus recuerdos más importantes ellos podrán recordar experiencias únicas por su intensidad, como por ejemplo, la celebración que me hicieron el día que cumplí diez años, una vez que fuimos a acampar con mi familia, o bien experiencias repetidas que se grafican en la forma de recuerdos: "los aperitivos en la casa de la abuela", o "la pascua del conejo" o "cuando cocinábamos con el papá".
El papel de los padres en la construcción de los recuerdos es vital. Los hijos perciben la energía y la magia que sus padres ponen en las actividades familiares, la forma en que les expresan el afecto y la intensidad con que los padres están comprometidos con ellos. Esta sensación de proximidad hace una parte importante de esta memoria personal. El planificar experiencias positivas y diferentes hará que el niño sienta satisfecha su necesidad de sentirse especial, de sentirse muy querido por sus padres y guardar una imagen de una familia que estaba comprometida en sus logros personales y en su felicidad. Ciertamente, a pesar de los esfuerzos que hacen los padres por evitar a los niños las experiencias dolorosas, los hijos deben aprender a enfrentarlas. Lo importante es que en esos momentos estén los padres próximos, de manera que ellos los perciban como un factor protector en la memoria autobiográfica. Finalmente, la sumatoria de los recuerdos de la infancia se transforma en una narrativa en que el rol que juegan los padres es esencial, y ojalá procesen que ellos fueron grandes compañeros, con los que pasaron tan buenos momentos juntos. Lo opuesto sería que los niños percibieran a sus padres como ausentes y exigentes, especialmente en las situaciones difíciles. Una actitud de esta naturaleza se grafica en el relato que hace Luisa: "Mis padres ni siquiera se enteraron de lo que me sucedió, cuando mis amigos me excluyeron y me aplicaron la ley del hielo en el colegio, porque si se los hubiera contado, habrían dicho: yo te lo había advertido, eso te pasa por ser impulsiva y conflictiva".
La memoria de los niños no siempre es fiel a los hechos. Sin embargo, los recuerdos, distorsionados o no, son el bagaje con el que los niños quedarán de su infancia. Converse con sus hijos y vea qué hay en su baúl de los recuerdos.
Memoria autobiográfica
Por la Sicóloga Neva Milicic
Los episodios personales significativos, sean felices o dolorosos, quedan registrados en una zona especial del cerebro. Esta zona es la memoria autobiográfica, donde se guardan los recuerdos y desde allí es posible recuperarlos en situaciones específicas. Hay antecedentes que permiten concluir que esta memoria comienza a registrar preguntas a partir de los dos años, aportando datos en forma explícita. Pero, no obstante, desde antes hay un registro implícito que, aunque no constituyen recuerdos, probablemente actúan afectando el comportamiento de los niños desde el sistema límbico.
Los registros emocionales constituyen - cuando son positivos- un maravilloso reservorio de felicidad. Cuando se pregunta a los niños cuáles son sus recuerdos más importantes ellos podrán recordar experiencias únicas por su intensidad, como por ejemplo, la celebración que me hicieron el día que cumplí diez años, una vez que fuimos a acampar con mi familia, o bien experiencias repetidas que se grafican en la forma de recuerdos: "los aperitivos en la casa de la abuela", o "la pascua del conejo" o "cuando cocinábamos con el papá".
El papel de los padres en la construcción de los recuerdos es vital. Los hijos perciben la energía y la magia que sus padres ponen en las actividades familiares, la forma en que les expresan el afecto y la intensidad con que los padres están comprometidos con ellos. Esta sensación de proximidad hace una parte importante de esta memoria personal. El planificar experiencias positivas y diferentes hará que el niño sienta satisfecha su necesidad de sentirse especial, de sentirse muy querido por sus padres y guardar una imagen de una familia que estaba comprometida en sus logros personales y en su felicidad. Ciertamente, a pesar de los esfuerzos que hacen los padres por evitar a los niños las experiencias dolorosas, los hijos deben aprender a enfrentarlas. Lo importante es que en esos momentos estén los padres próximos, de manera que ellos los perciban como un factor protector en la memoria autobiográfica. Finalmente, la sumatoria de los recuerdos de la infancia se transforma en una narrativa en que el rol que juegan los padres es esencial, y ojalá procesen que ellos fueron grandes compañeros, con los que pasaron tan buenos momentos juntos. Lo opuesto sería que los niños percibieran a sus padres como ausentes y exigentes, especialmente en las situaciones difíciles. Una actitud de esta naturaleza se grafica en el relato que hace Luisa: "Mis padres ni siquiera se enteraron de lo que me sucedió, cuando mis amigos me excluyeron y me aplicaron la ley del hielo en el colegio, porque si se los hubiera contado, habrían dicho: yo te lo había advertido, eso te pasa por ser impulsiva y conflictiva".
La memoria de los niños no siempre es fiel a los hechos. Sin embargo, los recuerdos, distorsionados o no, son el bagaje con el que los niños quedarán de su infancia. Converse con sus hijos y vea qué hay en su baúl de los recuerdos.
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