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Identidad e imagen

Columna bajo el nombre de escuela para padres aparecida el martes 06 de junio del 2006 en la revista Ya de El Mercurio.

Imagen e identidad

Por Neva Milicia, Sicóloga

Muchas veces, por mantener una imagen o buscar aprobación, las personas pierden identidad. Tener una imagen es diferente a tener una identidad. A veces, las personas actúan de una manera orientada a impresionar a los demás, falseando sus intereses y aspiraciones más profundas, para conseguir la aceptación de los otros. Otras veces, y lo que es más grave, se demanda de los hijos que vivan de acuerdo con el qué dirán. Con el pretexto de que tengan éxito, se les pide que se orienten a hacer actividades para las que no tienen talentos o que no están dentro del área de sus intereses, haciéndoles postergar aquellas cosas que realmente hacen bien o les importan.

Se cuenta en la biografía de Pablo Neruda que el padre le rompía sus poesías, para que se dedicara a las matemáticas, en las que tenía bajas notas. Por suerte no tuvo éxito, y Neruda encontró a Gabriela Mistral, que lo apoyó en su interés por escribir.

El escritor Bernard Malmud sentenció: "Si tu tren circula en la vía equivocada, la estación a donde llegue será la estación equivocada". A veces, los adultos no escuchan a los hijos cuando dan señales que indican que estamos poniéndolos en la vía equivocada.

Ser respetuoso de la propia identidad es acercarse a lo que realmente se es, y eso permite conectarse con lo que es realmente importante y con quienes auténticamente quisiéramos estar.

Ayudar al niño a escuchar esa voz interna, que es la sabiduría interior, le permitirá iluminar, con las señales que vienen desde allí, las decisiones que se relacionan con la identidad.

Así, Andrés era un niño que tenía mal rendimiento escolar y sufría porque no se adaptaba a un colegio que era bilingüe y muy exigente. Con su tristeza y su mal rendimiento estaba pidiendo ser cambiado a un establecimiento más acorde con sus características personales. Cuando los padres aceptaron cambiarlo a un lugar más acogedor y menos competitivo, Andrés empezó a rendir mejor, porque ya no tenía que superar la barrera del idioma. Al sentir menos presión comenzó a rendir como el promedio de sus compañeros, mejoró su interacción social y logró tener más amigos.

Sentirse bien con uno mismo, hacer aquellas cosas que nos interesan, estar con quienes queremos estar, sin duda da una sensación de bienestar y coherencia con la propia identidad.

Intentar que el niño o el adolescente adquiera una identidad que no tiene que ver con sus características personales y sus talentos, es sacar todos los boletos para la lotería del fracaso. Por ejemplo, aunque todos en la familia hayan sido ingenieros, sería un error presionar al niño para que se dedique a profesiones con exigencias altas en el área matemática si no tiene talento para ello, ignorando en cambio que es un lector apasionado y tiene facilidades para escribir. Es posible que llegue a recibirse y ser un mediocre ingeniero, pero estará en una situación de descontento, que redundará en que no tendrá motivación por lo que hace.

Falsear la propia identidad, caminando por las rutas equivocadas, es un camino hacia la infelicidad.

La base de una buena identidad está en la autoaceptación, que a su vez es fruto de sentirse aceptado por sus padres por sus características personales.

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