Si no hubiese fallecido en 2014, este 21 de julio habría cumplido 72 años. A lo largo de su carrera, Robin Williams se caracterizó por su carisma y por esa mítica sonrisa, la misma que lució en títulos del cine como Patch Adams (1998) y Papá por siempre (1993).
Pero a pesar de que dicha expresión se convirtió en un inigualable sello personal, su vida detrás de las cámaras fue radicalmente distinta. No solo porque convivió con una fuerte depresión y una lucha constante contra sus vicios, sino que también, porque en sus últimos años enfrentó una enfermedad que no se reveló públicamente hasta después de su muerte.Aquí escribes el contenido. Aquí escribes el resto del contenido que no se vera.
La infancia de Robin Williams
Nació en Chicago el 21 de julio de 1951 y fue criado en Bloomfield Hills en Michigan, Estados Unidos. Desde que era un niño, el actor batalló contra la soledad.
Su madre Laurie McLaurin era ex modelo y su papá Robert Fitzgerald era un ejecutivo de Ford Motor Company. Y si bien tenían una buena situación económica, pasaban poco tiempo con él, por lo que fue criado por niñeras y empleados.
“El niño ideal era visto, no escuchado”, recordó en una entrevista en 2009, según declaraciones rescatadas por Infobae.
En Robin (Henry Holt and Co., 2018), una biografía de Williams escrita por Dave Itzkoff, el actor confesó que constantemente buscaba formas de hacer reír a su madre, para así acercarse a ella “haciendo voces o cualquier cosa que le sacara una respuesta”.
“Mi infancia fue solitaria. Mis padres estaban mucho tiempo fuera, trabajando, y la criada básicamente me crió. Y creo que de ahí viene gran parte de mi comedia. La criada no solo era muy divertida e ingeniosa, sino que cuando mi madre llegaba a casa, usaba el humor para tratar de llamar su atención. Si hiciera reír a mamá, tal vez todo estaría bien. Creo que ahí es donde empezó todo”, explicó en el citado libro.
Junto con ello, en una entrevista con el programa de televisión Inside the Actor’s Studio en 2001, dijo que su progenitora “realmente fue parte de toda mi educación cómica”.
Respecto a su imaginación para interpretar a los personajes de sus películas, comentó en una oportunidad según Daily Mail que viene de haber jugado solo con sus juguetes en un ático. Ahí, el entonces pequeño Robin Williams desarrolló parte de las habilidades que después lo llevarían a la fama.
Los problemas con las adicciones
Durante su carrera como uno de los nombres más cotizados de la industria, el actor enfrentó una compleja lucha contra la cocaína. En la citada biografía detalla que aquello le afectó desde sus primeros años en la comedia, mientras que en ciertas ocasiones incluso creyó que iba a morir, debido a los acelerados latidos de su corazón como consecuencia del consumo.
“Te lo dan gratis, todos te incitan”, contó Williams, “porque también les da cierto control sobre ti”.
“No es nada nuevo, ha sido parte de Hollywood desde el principio. Es la presión, creo. La gente lo usa para aliviar eso, y para mí se trataba de adormecerme y olvidar. Tomé coca para no tener que hablar con nadie. Para mí fue (...) una forma de alejarme del mundo”, añadió refiriéndose a la época en la que participaba en la serie Mork & Mindy, es decir, entre finales de los 70 y principios de los 80.
Pese a tales adicciones, dejó estas dañinas sustancias poco antes de que naciera su primer hijo (Zak), en abril de 1983. Un año antes, su colega John Belushi había fallecido a causa de una sobredosis.
“La tragedia de Belushi fue aterradora”, declaró a People en 1988, “su muerte asustó a todo un grupo del mundo del espectáculo”. Según él, ese trágico episodio “provocó un gran éxodo de las drogas (...) y para mí venía el bebé. Sabía que no podía ser padre y vivir este tipo de vida”.
Tal como lo hizo con la cocaína, antes de que naciera Zak también dejó el alcohol, otro vicio que complicaban su rutina. Si bien, tuvo varias recaídas, según informaciones rescatadas por Infobae, permaneció sobrio por cerca de 20 años, hasta que volvió en 2003 mientras grababa en Alaska.
Él mismo contó a The Guardian en una entrevista: “Estaba en un pueblo pequeño (...) y entonces pensé: beber. Pensé que tal vez la bebida me ayudaría, porque me sentía solo y con miedo (...) y era lo peor del mundo. Te sientes cálido y algo maravilloso. Y luego lo siguiente que sabes es que es un problema, y estás aislado”.
A raíz de dicha problemática, asistió a rehabilitación en 2006, después de que su familia interviniera. En conversación con el programa Larry King Live de CNN al año siguiente, admitió abiertamente ser “un alcohólico”.
Y cuando el presentador le preguntó cómo fue ese proceso para recuperarse del vicio, manifestó: “¿Qué pasa? Te secas (...) y ahora que tienes un hijo, tienes que limpiar tus actos, porque ya no puedes beber. No puedes volver a casa borracho y decir, ‘oye, aquí hay un pequeño interruptor: ¡Papá te va a vomitar!’”.
Más adelante, poco antes de atentar contra su vida el 11 de agosto de 2014, también volvió a un centro de rehabilitación para mantener su sobriedad.
La enfermedad que Robin Williams ocultó hasta su muerte
Cuando se confirmó el fallecimiento del actor en su casa de Tiburón (California), ya había tenido tres hijos, enfrentado problemas financieros y aceptado papeles solo para abastecer su economía. Tenía 63 años.
También había pasado por dos matrimonios fallidos —el primero con Valerie Velardi y el segundo con Marsha Garces— , mientras que seguía con su tercera y última esposa, Susan Schneider.
Según sus representantes, en el momento en que murió venía batallando con una fuerte depresión que le afectó por décadas. Incluso, Williams había advertido en una entrevista con CNN: “No, no siempre es divertido estar cerca de mí. El mundo ve una cosa, ¿y cómo soy yo en casa? Diferente, porque no puedo estar siempre”.
Aún así, ese factor y los otros mencionados fueron solo algunos de los que acentuaron su inestabilidad. De hecho, el profesional de la actuación padecía un diagnóstico que nunca informó en vida.
Schneider lo reveló el 14 de agosto de 2014. Según su esposa, padecía demencia con cuerpos de Lewy, una enfermedad sobre la que no se sentía preparado para hablar abiertamente. Tres meses después, un informe forense confirmó esa información.
Un artículo de la Clínica Mayo la describe como “el segundo tipo más común de demencia progresiva después de la demencia por la enfermedad de Alzheimer”.
“Los depósitos de proteínas, llamados cuerpos de Lewy, se desarrollan en las células nerviosas de las regiones cerebrales implicadas en el pensamiento, la memoria y el movimiento (control motor)”.
Aquello, según el citado centro médico, “causa un deterioro progresivo de las capacidades mentales”, por lo que los pacientes “pueden experimentar alucinaciones visuales y cambios en la lucidez mental y la atención (...) otros efectos incluyen signos y síntomas similares a los de la enfermedad de Parkinson, como músculos rígidos, movimientos lentos, dificultad para caminar y temblores”.
Tras el suicidio, Schneider conversó con People acerca de la muerte de Williams, sobre la cual es necesario recalcar que los investigadores policiales aseguraron la ausencia de alcohol o drogas ilícitas en su cuerpo.
“No fue la depresión lo que mató a Robin. La depresión fue uno de los, llamémosle, 50 síntomas”, expresó la viuda.
A pesar de que tales factores le generaban ansiedad, estrés e insomnio, entre otros malestares, el actor declaró en una oportunidad: “No sé cuánto valor tengo en este universo, pero sé que he hecho a algunas personas más felices de lo que habrían sido sin mí, y mientras sepa eso, soy tan rico como siempre lo hubiera querido”.
Si tienes dudas sobre salud mental y prevención del suicidio, puedes llamar a Salud Responde marcando el número 600 360 7777. También puedes encontrar más información siguiendo este enlace.
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